El ministro de Economía Sergio Massa anunció este miércoles, por tercera vez desde que asumió la cartera, una serie de medidas con el fin de tentar a las cerealeras y acopiadoras a liquidar la mayor cantidad posible de exportaciones de soja con el fin de hacerse de los dólares que necesita para que la economía pueda funcionar, aun con restricciones, en un marco de relativa normalidad.
La novedad de este anuncio, denominado Programa de Incremento Exportador, fue la inclusión dentro de quienes podrán liquidar operaciones de comercio exterior a un dólar preferencial de 300 pesos, a los productores de más de 30 economías regionales, una medida más política que económica que le permitió conseguir el apoyo de actores políticos decisivos como los gobernadores y legisladores nacionales.
De acuerdo con los cálculos que hicieron públicos empresarios y funcionarios, la medida le permitirá al gobierno nacional ingresar a las reservas entre 5 mil y 9 mil millones de dólares en un contexto de dificultades y restricciones que adelantan un año muy difícil de transitar, atravesado además por el resultado aún imprevisible de las elecciones nacionales, en un país donde los años electores influyen decisivamente sobre los actores de la economía.
También se anunció la decisión de intimar a un centenar de empresas argentinas exportadoras que no liquidaron operaciones de comercio exterior por 3.700 millones de dólares para que lo hagan con medidas tan severas como la suspensión del CUIT, aunque la efectividad de esta medida habrá que medirla con el paso del tiempo.
Quedaron para más adelante, probablemente por el impacto social y económico que generarían, el anuncio de medidas para hacer aún más difícil el acceso a las divisas que también iban a anunciarse en la semana, como las destinadas a los viajes al exterior o un mayor control sobre las importaciones, si es que esto último es posible ya que las empresas están en el límite de los tiempos.
Tampoco habrá que descartar, en este contexto, medidas aún más restrictivas para la compra de divisas, también si esto es posible, ya que los dólares ingresan por la puerta de los créditos internacionales y salen por las ventanillas del Banco Central. Solo en marzo se vendieron 1,300 millones de dólares, una cifra imposible de sostener para la economía argentina aún en tiempos de normalidad cambiaria
El contexto mundial, además, no puede ser más desfavorable para el país este año. A la sequía histórica del año pasado que reducirán los ingresos por exportaciones en unos 20 mil millones de dólares, habrá que sumarle la desaceleración del comercio mundial que la OMC estima en un 1,7 % respecto a 2022 debido a los "efectos de la guerra en Ucrania, la persistencia de la alta inflación, el ajuste de la política monetaria, y la incertidumbre en el mercado financiero" y también un crecimiento global inferior al estimado inicialmente que según el FMI rondará para los próximos 5 años el 3%, este año no llegará ni siquiera a ese porcentaje, el más débil desde 1990.
Es muy difícil asegurar últimas oportunidades porque nadie sabe que es lo que puede pasar y porque ni siquiera depende solo de las decisiones que tome un gobierno. Un barco se atasca en el canal de Suez o el gobierno de un país decide invadir otro y cambian todas las previsiones que uno hizo. Lo que es claro es que el gobierno tiene ahora poco tiempo para acomodar alguna de las variables económicas que impactan sobre el agobio y la frustración social producto de cinco años de caída del poder adquisitivo de los salarios pero no solamente de esto, lo que va a terminar debilitando día a día frente a competidores que quieren reemplazarlo en diciembre, más allá de estadísticas empleo y producción positivas que aún puede mostrar.