Martes 21.7.2020
/Última actualización 23:49
Para la siguiente “nota de descripción” entrevistamos a 21 jóvenes de entre 12 y 15 años, divididos en grupos de 3 y también de manera individual. Las charlas se dieron de manera informal y las notas, aquí expresadas, son parciales de esas extensas conversaciones intermitentes. Esa fue la manera de respetar la comodidad de los interlocutores, en cuanto a las formas. Los adolescentes, imponían -adaptándonos a ellos- y sus tiempos. La segunda parte de esta descripción incluyó a padres y madres, en diálogos personales, dejando que fluyan las palabras y asociaciones de manera espontánea, intentando intervenir lo menos posible.
No hay intención, aquí, de realizar juicio de valor. No existen objetivos académicos, científicos o pedagógicos. No es crítica, ni análisis. Es, simplemente, realizar una descripción de una formulación familiar y social que hoy es una realidad en esta etapa del aislamiento social obligatorio. La mayoría de las actividades de adultos, sean laborales, sociales e incluso recreativas, han ido reanudándose paulatinamente. Sin embargo, niños y niñas siguen recluidos en sus casas y dependen de sus padres para reencontrarse con sus pares. En una edad en donde la autonomía es una búsqueda y hasta un objetivo que la sociedad le encomienda, los miedos sobre la integridad física son los que mandan. Sea por salud personal o inseguridad urbana, comienza a sellarse un contrato social etario. Puede ser aburrido o poco pretencioso, pero lo mejor es “no mover”, como si la quietud garantizara la lejanía del peligro. Peligro que ya no es una situación que crea sensación, sino que son las sensaciones quienes crean las situaciones. La realidad.
Dice P.B, “este año empecé la secundaria -es una manera de decirlo-, fui seis veces y después se cortó todo. Conocí a un par de ‘panas’ copados, uno que era divertido y otro callado. Fuimos a misa con el curso y ya está. Lo único que sé es que ellos están en la clase de biología mirando la pantalla, pero como están ‘muteados’, nunca hablamos entre nosotros. Yo sé que deben estar zombies, como yo, porque los veo conectados a las 5 o 6 de la noche. Al principio mi mamá me hinchaba las pelotas, para que me duerma, máximo, a las 12. Ahora creo que le gané y lo único que me avisa es si va a estar cuando me despierte o no”.
-¿Y por qué te quedas despierto hasta esa hora?
-Hay mejor señal de WiFi para jugar a unos juegos online que de día se te cuelgan y además no me rompe las bolas nadie y están todos mis amigos en línea para los desafíos.
-¿Los chicos de la escuela?
-No, amigos míos de la primaria o de inglés y otros que fui haciendo.
-No, jugamos. A veces me tiran algún dato de videos para mirar.
-¿Y a qué hora te despertás si te dormís a las 6 o 7?
-No sé, lo único que sé es que me despiertan para comer y por ahí hay días que ya comieron, porque mi viejo no vuelve del trabajo y te clavo un 4 o 5 de la tarde.
-¿Y cómo te sentís cuando seguís de largo?
-No sé, normal. Un poco insoportable, pero me pongo a ver videos en el celu y me hago una leche. Mi vieja agita un toque, se enoja y me dice que es la última vez que me acuesto a esa hora -que ella debe creer que es a las 4- pero me acuesto recién cuando siento que les suena el despertador.
-¿Y qué pasa al otro día?
-Nada, hago lo mismo. Mis hermanitos más chicos tienen que hacer un montón de tarea y los tienen cagando. Me hago invisible. jaja.
La regla y las, escasas excepciones, nos la cuentan, PB, SD, FG y RT. Se juntaron a una especie de piyamada y compartimos la cena. Comen rápido porque quieren irse a jugar a la Play que dejaron a medio terminar.
-¿Qué van a hacer ahora a la noche?
Se miran y coinciden con RT que toma la posta “Estar hasta las mil horas boludeando con la play, es sábado”.
-Me contó PB que todos los días está “hasta las mil horas”.
-Yo también -responde RT.
-Y yo -se suman FG y SD -¿Se acuerdan que les conté que mi vieja me tenía podrido con que, primero a las 12, después a la una y después me decía que hasta no más de las 3 podía quedarme despierto? Bueno, el jueves pasado se levantó para ir al negocio y yo estaba enviciado con el Minecraft, me re colgué, abrió la puerta de la pieza y vi que ya era de día. Un cagazo me pegué, pero agarró, cerró de un portazo, y se fue gritando no se qué de que no daba más. El viernes pasó lo mismo y creí que me iba a matar, pero me preguntó si quería tomar la leche y comer algo antes de acostarme. Ya está amigo... la cansé, ahora se ocupa de mis hermanitos y no me rompe más.
Vuelta a la fase 1 de 0 comunicación
LG toma un mate y piensa en voz alta, “al principio, parecía una aventura. Yo no iba a trabajar, JMT, tampoco y estábamos los 5, un poco asustados por lo que escuchábamos y otro poco ilusionados con el cambio de rutina. Primero empezó a trabajar mi marido, después yo. Se hizo cuesta arriba todo. Las maestras de los dos más chicos nos fusilaban a tarea y más o menos le podía seguir el ritmo. Tratábamos de que el más grande se desenchufe de la Play un poco. Si antes era difícil sacarlo de la pantalla, imagínate ahora que no puedo ofrecerle otra cosa. Igual, la verdad... yo a PB lo veo bien, ni se siente”.
-Bueno, sí, pero ¿qué se puede hacer? Ahora que puede salir más, encontrarse con los amigos, no quiere y si se juntan lo tengo que llevar y traer. La vez pasada se enojó porque no se podían poner de acuerdo, creo que era sábado. Cada uno de sus amigos tenía que coordinar con los padres, los padres con cada hijo. No tiene 20, tiene 13. Sólo no puede y con nosotros se aburre. Cuando viene un amiguito, se ponen con la Play igual. Le propuse ir a comprar algo de ropa de invierno y se enojó “¿para que si no salgo?”, me preguntó.
-Venimos zafando, no sé hasta cuándo va a durar esto. Así como va la cosa, este año no va a ir al cole ninguno de los 3 y ya hablamos de que si hay clases veremos que hacemos. A nosotros nos da miedo y los chicos en casa no están mal y a veces salen, también.
“Mi viejo me tiene los huevos al plato”, dice TS, “quiere que saquemos la bici, que vayamos a caminar. Al principio hacíamos ejercicios en el patio. Nos cagábamos de risa la primera semana, la segunda hicimos menos y la tercera me daba paja y ya fue. Papá quería que hagamos cosas que nunca hicimos y que él tampoco quería, al final él se enganchó con la Play”, SM, está en tercero y sabe que se perdió todos los cumpleaños de 15 del año, “mi hermana tuvo como dos años de cumpleaños y yo acá boludeando con el Tik Tok, al principio me daba bronca, pero ahora pienso que mejor. Yo para mis 15 había pedido ir a Disney... ni bola me dieron, ahora mi mamá dice que es por la pandemia. En noviembre creo que vamos a terminar haciendo una piyamada en lo de mi abuela que tiene más lugar, pero con chicas solas, obvio. Están todas de novia, pero yo no. No me gusta ninguno.
-No, no, jaja, por WhatsApp. Ahora tienen miedo de encontrarse y que no les guste el chico. Por eso a mí no me da. Me tiran los galgos de a 10 por día en Insta, pero no. Prefiero estar con mis amigas.
Hay noticias que se consumen ya mecánicamente. El monólogo, a voces, habla del Coronavirus, la cuarentena, la economía, las vacunas por llegar y las por venir, pero hay una realidad. La realidad que no sale en la tele y es la más cercana: la propia. Novedades de nuestro cuerpo que habla, aunque sea incomodo escucharlo. Lo que esté ocurriendo no tiene que ser catalogado como malo, bueno o regular. Sí resulta peligroso negarlo o cargarlo de culpas. Ocurre hoy con los adolescentes, sobre todo, que se ha formulado un acuerdo tácito en las familias en el que vivir a contra turno e “hiper desconectados” es cómodo para adultos y pibes. Si había algún atisbo de resistencia, la “cuarentena más extensa del mundo” la demolió. La “noticia interna” no publicada, ni de opinión, es que esa formulación intrafamiliar es que, en la búsqueda de una “normalidad”, las intimidades encontraron un espacio no tanto físico sino temporal. Los niños, que siguen aislados de sus 5 horas diarias de encuentro social en el colegio, tienden a buscar la noche para conectarse y los adultos, poco a poco, no pueden, no quieren, ni buscan, ya, oponer resistencia. El tiempo de vigilia y de descanso, organizan las 24 horas del día. La tensión del primer mes de cuarentena quedó atrás, la adaptación pasa por llevar al máximo la economía de las emociones y la empatía. Mejor no pensar ni comprender lo que pasa mientras los días se suceden. No aparecen alertas, ni se encienden las alarmas. Todo pasa. Hoy los adolescentes no tienen motivos para despertarse... y no es metáfora, es absolutamente literal. Es lo real.
La realidad que no sale en la tele y es la más cercana: la propia. Novedades de nuestro cuerpo que habla, aunque sea incomodo escucharlo. Lo que esté ocurriendo no tiene que ser catalogado como malo, bueno o regular. Sí resulta peligroso negarlo o cargarlo de culpas.
Ocurre hoy con los adolescentes, sobre todo, que se ha formulado un acuerdo tácito en las familias en el que vivir a contra turno e “hiper desconectados” es cómodo para adultos y pibes. Si había algún atisbo de resistencia, la “cuarentena más extensa del mundo” la demolió.