Jueves 25.6.2020
/Última actualización 13:57
Roberto Sukerman, docente universitario, abogado y ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la provincia, viene advirtiendo desde hace tiempo sobre los desafíos que plantea el inexorable camino hacia la tecnologización de la actividad económica y sus efectos sobre la mano de obra. Pero admite que, esas modificaciones se transitaban “a pasitos” y ahora vamos hacia allí “a zancadas”.
La pandemia por Covid-19 y el consiguiente aislamiento social, preventivo y obligatorio que rige desde el 20 de marzo obligó al sector público y al privado a plantear nuevas estrategias para mantenerse activos sin exponer al personal a riesgos de contagio. Y el teletrabajo, que tenía un lugar reservado a algunos campos laborales o era excepcional, se volvió, si no masivo, frecuente, y abrió nuevos desafíos y más interrogantes sobre el futuro del trabajo. Un futuro no tan lejano si se evalúa en un contexto que el propio funcionario describe como “las siete plagas de Egipto: coronavirus, dengue, bajante del río, el petróleo destruido, deuda externa complicada, altas tasas de interés y falta de crédito, más la recesión que venía de antes”. Una combinación, sin dudas, complicada.
- El teletrabajo es un tema para el que tal vez no estábamos preparados ni empleados ni empresas, pero es probable que se quede con nosotros después de la pandemia.
- Claramente en esta coyuntura fue una solución para generar una respuesta al distanciamiento, para no aglomerar a muchas personas en un ámbito laboral pequeño, sin la posibilidad de distanciarlas correctamente. El teletrabajo posibilitó una respuesta para llevar adelante la regla de quedarse en casa. Al día de hoy tengo recorridos 17 departamentos de la provincia y veo que no solamente en Rosario y Santa Fe, sino en localidades más pequeñas o alejadas, esa modalidad se llevó adelante en las áreas administrativas, lo que deja en claro que es una respuesta posible a la necesidad en este momento.
Pero es difícil pronosticar qué va a pasar. El teletrabajo, como sucede con todo, tiene sus pro y sus contras y es subjetivo el gusto o no de llevar adelante esa tarea: hay personas a las que les resulta beneficioso, están de acuerdo y lo ven como algo positivo; y otras que lo observan como algo negativo, tal vez porque les cuesta dividir el trabajo del resto de las actividades del hogar. Depende de cada persona: si es una mamá con sus hijos que están permanentemente en la casa -porque las clases están suspendidas- es probable que tengan mayor estrés, más allá de compartir momentos y actividades.
En la mayoría de los casos, es novedoso. Pero tampoco fue una cuestión elegida sino impuesta por esta circunstancia de aislamiento social, preventivo y obligatorio.
En estos recorridos por la provincia observo que hay acuerdos en el ámbito laboral, no solamente en relación con el teletrabajo sino también con la siesta, que era “sagrada”. Hoy, esa costumbre se ha eliminado en muchos ámbitos porque se lleva adelante una jornada continua a fin de evitar desplazamientos extras. Son cambios de costumbres que hablan de un consenso y un cambio de modalidades acordadas, aceptadas en los distintos ámbitos.
- ¿Está regulado el teletrabajo?
- No está regulado. Es más: la superintendencia de Riesgos de Trabajo suspendió una decisión anterior en cuanto a determinadas condiciones laborales en el ámbito del teletrabajo. Por ejemplo, la no exigencia de una silla ergonométrica (Resolución 21/2020 sobre Resolución 1552/2012). Ahí también entra un tema interesante, ¿de qué manera se realiza esa tarea?, ¿quién provee los elementos de trabajo?
- ¿Quién chequea, como ocurre en cualquier ámbito formal, si la iluminación es buena, si la ventilación es adecuada?
- Y, además, quién provee la computadora, quién paga Internet y la tinta de la impresora si hay que utilizarla. En definitiva, quién proporciona todos los elementos de trabajo. En una de las empresas me dijeron que, como ya se veía venir esta situación, compraron 60 notebook y las distribuyeron entre el personal para que puedan seguir trabajando desde su casa. Pero, ¿ese costo de la calefacción o del aire acondicionado para el empleado se compensa con otro costo, por ejemplo, de transporte? Por otro lado, es probable que, como trabajador, gane en tiempo y comodidad, puede almorzar con su familia; pero se pierde aspectos vinculados a lo social en el trabajo. También puede ocurrir que la jornada sea distinta, porque si antes cumplía 8 horas en el puesto, ahora la tarea se puede resolver en menos tiempo, pero, ¿qué pasa si a ese trabajador lo llaman fuera de horario?, ¿está obligado a atender? Quizá esta sea una transición y a largo plazo la gente concluya en que está cansada de trabajar desde su casa.
- Sí es seguro que este es un punto de inflexión y que a partir de ahora habrá que considerar el teletrabajo como una alternativa seria.
- Hasta ahora lo veíamos como una modalidad más frecuente en empresas que tienen esta filosofía moderna de ambientes de trabajo descontracturados, vinculadas a la economía del conocimiento, donde no está la oficina rígida. En algunos ámbitos, el teletrabajo formaba parte de un día a la semana o dos días como mucho. También hay cuestiones generacionales y personas que tienen ese tipo de modalidad más incorporada. Pero está claro que viene otra etapa donde el teletrabajo puede dejar de ser una modalidad residual.
Veníamos hablando sobre el trabajo 4.0 y la economía del conocimiento. Venía advirtiendo que necesitamos capacitar para el mundo del trabajo el siglo XXI. Pero ahora, en lugar de dar pasitos, damos zancadas. Son cambios que van a modificar el paradigma del mundo laboral, van a cambiar la producción y el consumo y, tal vez, sean necesarios menos vendedores pero más personal de logística. Son temas que implican una crisis en el mundo del trabajo que nos preocupa enormemente.
- ¿Esa crisis puede estar representada también por una mayor brecha entre quienes tienen acceso a los medios tecnológicos y quienes no lo tienen? Además de que no todo se puede hacer por teletrabajo.
- Lo que está claro es que los que toman decisiones van a avanzar no solo en teletrabajo sino en tecnologías en general. Eso puede significar pérdidas de empleo, producto de la tecnología, de la inteligencia artificial, de la robótica; ya lo venimos viendo pero quizás se profundice. Hay sectores que a lo mejor no están trabajando con todas las personas que lo hacían antes y entienden que pueden funcionar de esta manera, lo que implica un reacomodamiento.
Esto nos preocupa mucho desde el punto de vista de la educación y la formación: tenemos pocas personas que saben hacer mucho y muchas personas que saben hacer poco. Y el mundo del trabajo del siglo XXI requiere más capacitación y sobre áreas en las que hay un déficit enorme. Hay sectores de la economía vinculados con informática, análisis de sistemas, ciencias de la computación, que tienen pleno empleo. Muchos ingenieros analistas son requeridos para trabajar antes de recibirse. Entonces, es necesario fortalecer la escuela técnica que posibilita, en sectores más vulnerables, la llegada a un terciario. Hay que ver cómo se pueden educar a distancia los chicos que tienen acceso a computadoras y a Internet, a diferencia de quienes no tienen esos recursos. Eso, claramente genera incluidos y excluidos.
- Va a ser un cimbronazo grande que va a ir acomodando las piezas en todos los ámbitos: en el laboral, el educativo, el sanitario, el social.
- Soy docente universitario y nunca dejé de dar clases. Lo sigo haciendo los mismos días y horarios en que daba las clases personalmente. La verdad es que viene bien y a la vez es un tema para replantearse.
- ¿Para replantear si hacen falta las mismas horas de clases?
- De todo. El cambio es en la educación, los comercios, los servicios. Antes, para pedir un turno llamabas y te atendía una persona; ahora lo sacás a través de una aplicación. Eso implica una recepcionista menos.
- Por supuesto. La tecnología debilita la negociación colectiva y paritaria. Está claro que en ciertas cuestiones la máquina es insuperable, sobre todo en trabajos insalubres o riesgosos. Pero hay que preguntarse qué hace hoy la persona que desarrollaba esa tarea. Deberemos repensar el sistema de seguridad social.
- Es todo un desafío para los sindicatos.
- El tema no sería el avance de la tecnología sino de qué va a trabajar la gente. No es que arrancamos en un buen momento, la situación ya era complicada: la fábrica de calzado o el negocio de zapatos ya venía en crisis desde antes. Es una combinación complicada, a la que se suma la aceleración de los tiempos. Cuando se leían estudios sobre trabajo 4.0, se lo veía como una situación que ocurría en algunos lugares más avanzados del mundo y que iríamos hacia ese camino. Pero lo que ocurrió es que, en lugar de ir a pasitos, vamos hacia allí a zancadas.
El perfil del trabajo va a ser modificado y no me cabe la menor duda de que acá se van a perjudicar quienes tienen menos educación”. Roberto Sukerman. Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la provincia.