Cumplió sus 70 años y cruzó la Cordillera a caballo
Ya jubilado como ingeniero agrónomo, Carlos Dobal es un enamorado de la naturaleza en todas sus expresiones. Con el tiempo, y a su modo, hijos y nietos transitan la misma senda.
Cumplió sus 70 años y cruzó la Cordillera a caballo
Carlos Dobal es un ingeniero agrónomo local aficionado a la montaña. Caminó sendas toda su vida y por puro placer coordinó aventuras a diferentes picos con rufinenses de todas las edades, llevó a sus hijos y, ahora, también a sus nietos a vivir experiencias extremas, y el pasado 14 de enero celebró sus 70 años cruzando a caballo la cordillera hasta Chile.
Siguiendo los pasos de su abuelo, Constantín fue el primer niño de menos de 10 años en dar la vuelta al cerro Penitentes durante cuatro días de marcha, mitad en mula y mitad a pie..
El Litoral entrevistó a un experimentado buscador de aventuras para conocer detalles sobre su filosofía de vida, después de que cumpliera sus 70 años durante una travesía por la Cordillera de los Andes a caballo. Fue el más grande de los aguerridos jinetes de todo el país que, movidos por la belleza, la historia y la aventura de vivir, recorrieron sobre el recado la Cordillera rumbo a la frontera con Chile, siguiendo la hazaña sanmartiniana.
Carlitos, como lo llaman los que lo conocen de la montaña, se atrevió pocos días antes de este aniversario, a calzarse las botas, acondicionar el recado y cabalgar junto a su mujer, su hijo mayor y su nuera -además de unos 60 jinetes de todo el país- para reeditar el camino que hiciera San Martín durante el cruce de los Andes. En total fueron 94 kilómetros de ida y vuelta.
El Litoral: - ¿A qué te dedicas y porqué te gusta la montaña?
Carlos Dobal: - Soy ingeniero agrónomo jubilado, pero aún estoy haciendo alguna producción agrícola. La montaña está entre las cosas más bonitas de la naturaleza, y caminar por una montaña, un valle, un lago o un río, permite disfrutar de esas increíbles bellezas.
- ¿Cuál fue tu última aventura en la Cordillera y qué significó vivirla pocos días antes de cumplir 70 años?
- A mitad del presente mes de enero emprendimos el cruce a caballo hasta la frontera con Chile por el paso sanmartiniano de El Planchón, que es el más sureño de los seis pasos que utilizó San Martín con el Ejército de Los Andes para cruzar la Cordillera y liberar a Chile, primero, y después a Perú. Fueron siete días para admirar hermosos paisajes y recordar los hechos históricos y las hazañas de valientes soldados que sucedieron entre estas montañas.
Carlos disfruta del contacto con la naturaleza y mientras disfruta de los paisajes, planifica el próximo viaje..
Además, tuve la fortuna de festejar mi cumpleaños número 70 en este sitio tan conmovedor y disfrutarlo con amigos de expedición y cabalgata.
Recuerdo que hace seis años disfruté también otra fiesta de cumpleaños en medio de la Cordillera, en oportunidad de hacer el cruce a Chile, a pie, por el paso Portillo-Piuquenes, quinto paso de norte a sur de aquella gesta libertadora. Y debo repetirme respecto de la belleza de las montañas atravesadas en aquellos siete días de esforzada travesía.
- ¿Cuál es tu clave cotidiana para llegar a esta edad, a la que muchos arriban maltrechos, sintiendo todavía tantas ganas de desafiarte, esforzarte y disfrutar de la aventura?
- No creo tener ninguna clave para envejecer, seguramente soy muy afortunado. Simplemente trato de mantenerme activo y disfrutar lo que la vida me pone por delante; disfruto todo esfuerzo que me toque hacer, ya sea subir duramente un cerro, cruzar un río, acampar con frío, lluvia, viento o nieve, comer lo poco que queda en la mochila, como también disfrutar de los pequeños esfuerzos cotidianos de levantarse temprano, leer un libro, hacer la huerta, trabajar en lo de uno y, principalmente, disfrutar del placentero esfuerzo de mantener cordiales relaciones y diálogos con familiares y amigos. Y planificar cualquier próxima aventura, quizás sea la mejor forma de estar bien.
Una vida en la naturaleza
- ¿Qué desafíos de montaña te cambiaron o han inspirado en la vida?
-No creo que me hayan cambiado la vida, pero sí el modo de verla y disfrutarla. Recuerdo, entre otras hermosas aventuras, mi primer campamento en Rincón de Este, de San Luis, con la Acción Católica (NdR: en su Temperley natal), y ya en épocas de estudiante, las salidas de mochilero por Bariloche y Esquel; tiempo después, las excursiones a refugios de Bariloche iniciando a mis hijos -Andrés, Ana Inés, María Cecilia y Patricio- y sus compañeros de colegio, y a partir de allí, casi ininterrumpidamente, salidas (algunas en soledad, aunque mayoritariamente con amigos o familiares) a montañas de distintas provincias del país, incluidas las modestas Sierra de la Ventana y Lihuel Calel (bonaerense y pampeana, respectivamente).
Desafíos caminados
- ¿Cuáles fueron los mayores desafíos que te propusiste a lo largo de varias décadas?
- Como desafíos puedo mencionar haber llegado a Nido de Cóndores, en Aconcagua, cerro Uspallata, otros en Vallecitos y tantos más en la precordillera de Mendoza. Los intentos fallidos al Lanín y al Maipo. Glaciares, lagunas, bosques y montañas en Ushuaia y El Chaltén. Hermosísimas travesías de varios días: Avión de los Uruguayos (emoción y llanto), Tilcara-Molulo-Calilegua (cerros, corrales de pirca y selva), Iruya-Chiyuyoc-SanJuan (paisaje, silencio, soledad), seis refugios en El Bolsón (disfrute casi juvenil), más refugios en Bariloche (recuerdos estudiantiles), camino del Inca a Machu Pichu (inolvidable, fabuloso), camino a Ciudad Perdida en Colombia (selva, mosquitos, arañas, campamentos abandonados de guerrilla y narcos), los cruces sanmartinianos a Chile, a pie por Piuquenes y a caballo hasta el Portillo (inmensidad en la cordillera, historia patria), cumbre y rodeo al Penitentes hasta Punta de Vacas (hermoso, en familia). También es digna de mención la aventura de navegar el río Amazonas Iquitos-Manaos (dormir en hamacas, lugareños, río enorme, insectos, comida sencilla: pollo frito). Y por último la experiencia de navegar en cruceros: al Cabo de Hornos (pandemia -y Covid a bordo-, 64 días en alta mar, regreso de USA en jet privado), al Polo Norte (Svalvard, Groenlandia, Islandia: icebergs, campos de hielo, naturaleza bella, fauna salvaje), y a la Antártida (península antártica, Georgias, Orcadas, frío, tormentas y pingüinos y más frío y desolación).
- Sembraste la semilla de la aventura en tu compañera, en tus hijos y ahora en tus tres nietos… ¿qué te mueve?
- Es bueno mostrar lo que uno hace con gusto y alegría, se siembra muy fácil, paseando, gozando de la naturaleza y sus paisajes. Creo que lo más útil es transmitir conciencia del propio esfuerzo, de arreglarse con poco y del placer de disfrutar lo que sea.
- ¿Qué podés compartir de esta experiencia de vida en salud, hecha de dedicación y disciplina, que pueda servir a otros con espíritu aventurero, que todavía se quedan…
- Tener espíritu aventurero, dedicación y disciplina, seguramente es bueno, pero no necesariamente mejor que otras cualidades. En mi caso comparto pasión por la aventura y experiencias de caminatas y vivencias en la montaña. Otros comparten pasión por las artes, pasión por su trabajo, pasión por un deporte... Todo es bueno si se sabe compartir y transmitir.
No para nunca…
- ¿Qué desafíos tenés ganas de transitar este año?
- Siempre pasa lo mismo, durante el último día de una aventura ya empezamos a pensar y conversar sobre dónde y cuándo será la próxima. En mi caso está latente volver al avión de los uruguayos, a Tilcara-Calilegua, a cualquier cerro por Catamarca o Salta o Neuquén, a El Chaltén con hijos y nietos.
- ¿Qué lección te ha dado la montaña, qué significa para vos y por qué siempre volvés, según pasan los años?
- Enseña belleza, significa estar en armonía con la naturaleza. Es fácil estar allí, y siempre se quiere volver.
- Venís de una familia de periodistas, músicos, dibujantes y escritores (hijo del desaparecido Dobal, quién ilustró “la crónica diaria” durante 50 años en Clarín), sabemos que tenés una gran habilidad para recordar hazañas, escribirlas al detalle y describir sus particularidades con un humor muy personal… ¿pensaste en publicar tus bitácoras de viaje, travesías y derroteros?
- Son reseñas para uno mismo y para familiares y amigos cercanos. Difícilmente sean de interés para otros. Disfruto mucho conversando e intercambiando experiencias con amigos u otros viajeros, ya sea en una comida, en un encuentro casual o en un viaje mismo. Esas charlas, descripciones exageradas y recorridas por distintos lugares del mundo, son un revivir la aventura, ¡una maravilla!
Carlos Dobal y compañía, entre las nieves eternas, un paisaje tan familiar para él como las calles rufinenses.
Con sencillez extrema, una entereza frente a la vida, propia de un témpano abriéndose camino al mar y una incondicionalidad que contiene sin medida a todo el que se aventure a vivir… Carlos Dobal es ejemplo del “buen vivir” que hoy “nos hace falta”. Su historia inspira y revela que nunca es tarde para llevarse a más, permanecer fuerte y proyectar un horizonte de entusiasmo y felicidad cotidianos.