Dr. Hugo D. Valderrama*
Dr. Hugo D. Valderrama*
Una frase anónima dice, “si te vas 20 días de Argentina y volves, todo cambió, pero si te vas 20 años y volves, todo sigue igual”... ¿es este un pensamiento cercano a la realidad?
Según datos e informes del Banco Mundial, la proporción de la población considerada bajo la línea de la pobreza a nivel mundial, bajó del 36% al 10% entre 1990 y 2015 (tiempo cercano a los 20 años). Pero la toma de acciones necesarias y por lo tanto de los resultados, no es uniforme en la totalidad de lo países. La Argentina en los últimos 100 años, no logró reducir la pobreza por más de 20 años de continuidad y la llamada pobreza estructural evoluciona en ciclos de espiral, que no vuelven al mismo punto, sino que son ascendentes.
Si tomamos en cuenta estos datos, la frase es “optimista”. Para ser más cercanos a estas estadísticas, tendríamos que agregar “si te vas 20 años y volves, todo sigue igual… lentamente cuesta abajo”, al menos durante el último centenio.
Una teoría fundamenta, que la especie humana ha sido seleccionada por la evolución, gracias a sus ilusiones cognitivas optimistas acerca de la realidad. Inclusive propone que la conciencia de nuestra propia muerte, nos impediría funcionar si no hubiera emergido junto con ella un optimismo irracional. Donde la memoria es susceptible a guardar recuerdos inexactos, ya que estaría diseñada no necesariamente para recordar, sino para imaginar un futuro prometedor. Se trata de la tendencia a sobreestimar la probabilidad de experimentar situaciones positivas y subestimar las posibilidades de experimentar situaciones negativas.
Partiendo de este fundamento antropológico evolutivo, el optimismo es un capacidad cerebral humana, de imaginar la “zanahoria” por delante en los periodos que no la hay, e impulsar a seguir caminando hasta conseguir una real. Los estudios muestran que siendo optimistas, somos felices aún cuando las cosas no salen como esperábamos, ya que analizamos todas las razones como superables y seguimos teniendo expectativas positivas.
La neurocientífica Tali Sharot, de la University College de Londres, afirma a partir de sus investigaciones al optimismo como una capacidad, pero advierte “...el optimismo, en términos generales, es bueno. No ser optimista está relacionado con depresión ligera y por eso no queremos reducir el optimismo. Pero el “sobreoptimismo” tiene consecuencias negativas”.
Un grupo de colegas suyos, del Instituto Técnico de Massachusetts (MIT), realizaron un examen genético a un numeroso grupo de personas, para luego brindarles las probabilidad de sufrir diferentes enfermedades basados en su actual genoma. Encontraron que cuando les daban información con mejores resultados de lo que esperaban, cambiaban su percepción, pero cuando tenían más posibilidad de sufrir enfermedades por sus genes, variaron muy poco sus creencias respecto a sus probabilidades. Esto es un problema, porque a pesar de contar con la información, no consultaban para tomar acciones preventivas.
Por otro lado, si el pesimismo también existe, ¿es otra capacidad evolutiva? Primero tendríamos que prestar atención a que llamamos pesimismo. Continuando la metáfora, pensar “nunca encontraremos una zanahoria real por este camino”... ¿es pesimista, o puede llegar a ser una observación dolorosa, de una posible realidad más acertada?
Muchos pensamientos se trasladan en sensaciones, emociones y/o síntomas, para que no pasen desapercibidos y hacerse notar en la competencia con otros pensamientos. Así como el optimismo generalmente se relaciona con momentos de satisfacción, el pesimismo se relaciona con momentos de ansiedad y angustia.
El ser humano tiene la capacidad de interpretar con diferentes redes neuronales la realidad, por momentos sobredimensionando los problemas que de otra manera podrían no ser detectados, y por otros infradimensionado problemas que de otra manera impedirían avanzar hacia un futuro incierto. Pero en exceso, el pesimismo permanente nos enceguece frente a las oportunidades y el optimismo frente a los impedimentos.
Teniendo el conocimiento de que todos contamos con herramientas cognitivas, luego depende de nosotros cuánto hacemos, para ejercitarlas y aplicarlas.
"El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas" — dijo el matemático y filósofo William George Ward. Una variante con los conocimientos que adquirimos de las neurociencias sería: “El pesimismo nos alerta del viento, el optimismo nos mantiene hasta el cambio y el esfuerzo para interpretar y enfrentar la realidad, ajusta las velas”.
*Médico neurólogo - Máster en Neurociencias. (mat. 5010)