La "grieta" que nos parió: los discursos del odio entendidos desde la bipolaridad política del país
Un sociólogo santafesino analiza las discursividades sociales que circulan en la esfera de la opinión pública argentina. Sostiene que la clave no está en el odio, sino en la fuerte polarización de dos fuerzas políticas antagónicas. Esto se derrama en otros espacios (medios, redes, instituciones) y limita la pluralidad ideológica.
La "grieta" que nos parió: los discursos del odio entendidos desde la bipolaridad política del país
El intento de magnicidio contra la Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, que fuera fotografiado, capturado, filmado y reproducido ad infinítum por los medios de comunicación y la redes sociales, dio lugar a la instauración en la agenda pública de un concepto semiológico y sociológico: los discursos del odio, sobre el que las ciencias sociales ya han trabajado. Y el "ruido" que generó esta conceptualización (del lado de unos y del lado de otros) aturdió más de la cuenta.
Como ejemplo más palmario, en el minuto a minuto de la cobertura mediática del ataque por parte de los medios porteños y luego, durante largas horas, Twitter se convirtió en un gran griterío de repudios, memes, teorías cruzadas de "estuvo todo armado" hasta "las responsabilidades son de la oposición". La red del pajarito azul se volvió una paquidérmica propaladora de discursividades principalmente violentas.
Gabriel Obradovich es docente e investigador de la UNL y profesor de Teoría Sociológica.
Los discursos del odio pueden definirse como "cualquier tipo de discurso pronunciado en la esfera pública que procure promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y/o la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad social" (Ezequiel Ipar, investigador del Conicet, en el estudio que dirigió titulado "Discursos del Odio en Argentina, LEDA, GECID-IIGG/UBA, junio de 2021).
Pero, ¿qué hay por debajo, en el plano subterráneo, de esas discursividades de odio? ¿Los argentinos nos encontramos ante un estado de violencia latente? En la intención de sumar un aporte que ayude a comprender el todo más allá de la parte, El Litoral consultó a Gabriel Obradovich, sociólogo santafesino (ver Perfil).
Para el especialista, los discursos del odio tan en boga hoy encuentran su explicación en la enorme polarización política del país; esa bipolaridad muestra justamente sólo dos polos opuestos, antagónicos y excluyentes el uno del otro (por caso, el gobierno nacional y la principal oposición en el país, Juntos por el Cambio); a su vez, se "derrama" a los medios masivos y a las redes sociales, incluso a las instituciones (espacios gremiales, culturales), y lo que sería peor aún: limita las diversidades ideológicas.
Gabriel Obradovich es docente e investigador de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), profesor de Teoría Sociológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias (Fhuc-UNL). Sus temas de investigación son la Teoría Social, Partidos Políticos y Estructura Social.
Polos opuestos
-El odio en las discursividades sociales, que se reproducen desde las reuniones sociales de café hasta la redes y los medios de comunicación, ¿son tan sólo una ratificación de que vivimos en una sociedad violenta?
-Más que proliferación de discursos del odio en la Argentina, yo prefería hablar de una creciente polarización política. A este conflicto los podemos caracterizar rápidamente como la separación del espacio político en dos polos, pero que además son excluyentes uno del otro.
Esta situación atenta contra el pluralismo social y político, porque reduce la diversidad social y cultural a sólo dos espacios, y corroe la discusión democrática, porque cada polo rechaza y pone en cuestión la validez de la existencia del otro. Los mecanismos entonces son cohesión de cada grupo y rechazo al otro.
Por otro lado, no creo que se tenga que universalizar la violencia a toda la sociedad o hacer una relación causal tan simple del tipo parte-todo. La polarización la alimentan centralmente los referentes políticos.
A su vez, esta polarización afecta en mayor medida a los públicos más politizados: en particular de espacios culturales, gremios, trabajadores culturales, comunicación, referentes sociales, etcétera. Pero no a toda la Argentina, o a todos los votantes. Por ejemplo, Twitter es de las redes más violentas e injuriosas, pero sólo un público muy particular hace uso de ella.
-En este contexto, ¿hay algo de eliminación del otro, de "cancelación de la otredad"?
-La división excluyente de la polarización lleva al rechazo del otro. Esto se puede observar en diversos conflictos raciales, étnicos, religiosos, etcétera. En el caso de la Argentina, más que clasista o ideológica, la polarización es centralmente política. El dato es que esa división tiene un fuerte tinte moral: cada espacio ve al otro como "la encarnación" de los males del país, de la desigualdad, la corrupción, el autoritarismo, el engaño político, etcétera.
Medios y redes
-¿Qué cuota de responsabilidad tienen, según su criterio, en la reproducción y fácil propagación de estos discursos los medios de comunicación masivos (particularmente los porteños) y las redes sociales?
-Es realmente difícil el tema de los medios y hay que ver en cada caso cómo operan. En términos generales los medios masivos se fragmentaron en las últimas décadas. Antes había pocos programas políticos televisivos y todos miraban lo mismo. Esos conductores y editores no querían perder audiencia y publicidad, con lo que era difícil injuriar o rechazar al "contrario" o sus oyentes.
A su vez, todos los políticos querían estar en esos programas ("Hora Clave", por ejemplo) porque era la única forma de llegar a todo el público. Ciertamente la fragmentación alimenta que cada grupo pueda escuchar lo que le gusta, de manera que se refuerzan las ideas. Se las llama "cámaras eco", para mostrar la repitencia de la misma voz e ideas.
Pero es cierto también que esas "burbujas de consumo" son sólo una parte del espacio público de intercambio; las personas se encuentran con otras y también discuten. De hecho, pareciera afectarse más los posicionamientos nacionales que los provinciales.
Posiciones extremas
-¿Nota en paralelo un avance de discursos más peligrosos, de extrema derecha (racismo, xenofobia, homofobia, antisemitismo, etcétera)?
-Respecto a los posicionamientos extremos de derecha, creo que están absorbiendo parte de los desencantados de la polarización. En este sentido puede tener un crecimiento. Tal vez el problema es que son los votantes más "resentidos" con el espacio político.
Pero también la derecha tiene como límite la moral pública de gran parte de la sociedad argentina. Alguien puede decir: "Estoy de acuerdo con que los políticos son ineficientes y corruptos y todos iguales", pero esa misma persona dirá: "Nunca voy a apoyar la venta de órganos o la violencia", en relación con algunas declaraciones de Javier Milei (diputado nacional) hace unas semanas (y sólo a título ilustrativo).
-¿Serviría o no una ley nacional que "regule" (trascendió que el Ejecutivo nacional analiza esta posibilidad) los discursos cargados de violencia?
-Yo no creo que sirva mucho una ley si los actores políticos no logran consenso. La "grieta" tiene un componente moral y afectivo que es necesario romper para desescalar la polarización.
-¿En medio de todo esto, ¿qué importancia tiene la institución escolar como impulsora de valores humanos, como "salvoconducto" para empezar a salir de esa polarización política?
-Creo que las instituciones educativas son centrales para el fortalecimiento de la democracia y en particular del pluralismo. Es decir, la creencia en el valor que debemos reconocer (y respetar) la voz del otro (sus intenciones, creencias e intereses). El problema está en que parte de estas instituciones y de los espacios culturales están a su vez posicionados en la polarización.