Miércoles 20.1.2021
/Última actualización 18:48
Están ahí. Detenidos en el tiempo. Son una especie de tótem tecnológico que alguna vez sirvieron para sacar del apuro a miles de personas. En épocas donde el teléfono sólo funcionaba con cables e Internet era un proyecto a largo plazo para los países del primer mundo, las cabinas telefónicas fueron de gran ayuda para quienes deambulaban por el espacio público y necesitaban comunicar algo. Incluso, fueron el refugio de aquellas familias que no tenían el servicio en sus domicilios. En la actualidad, en la ciudad de Santa Fe sobrevive un puñado de estos vetustos centros de comunicación. La mayoría está prácticamente en desuso y deteriorado.
Según las especificaciones del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), los teléfonos públicos “son equipos de acceso público conectados a la red pública capaces de tasar en forma automática las llamadas, independientemente de quién sea el titular, permitiendo realizar o recibir llamadas telefónicas. Desde estos teléfonos, que se encuentran instalados en la vía pública y lugares cerrados de gran afluencia de público (ej.: hospitales, Centros Comerciales, aeropuertos, etc.) se puede acceder al servicio de telefonía y realizar tanto llamadas locales como de larga distancia nacional e internacional. Estos teléfonos permiten distintas formas de pago, entre ellas tarjetas prepagas o pospagas, y monedas de curso legal de $ 0.05, $ 0.10, $ 0.25, $ 0.50 y $ 1”.
Manuel Alberto FabatíaFoto: Manuel Alberto Fabatía
¿Cuántos quedan en Santa Fe?
En la actualidad no son muchos los teléfonos públicos y sus cabinas que quedan en la ciudad de Santa Fe. Pese a los intentos de El Litoral por corroborar la información, no hay datos oficiales sobre la cantidad exacta de los aparatos que aún quedan en pie.
A simple vista, se los ve deteriorados, abandonados y ultrajados por el vandalismo típico de esta urbe. Al igual que otros elementos del espacio público como estatuas, monumentos o simplemente el mobiliario, los vándalos locales dejaron su firma en las cabinas.
En una recorrida por la ciudad, El Litoral encontró algunos de estos equipos en la Plaza España, en la esquina norte de Rivadavia y Crespo. Otro de los tótem fue visto sobre la Avenida Aristóbulo del Valle y la esquina con Padilla. En Ángel Cassanello casi Aristóbulo del Valle, en barrio María Selva, puede observarse lo que quedó de una cabina. Lo mismo ocurre en la intersección de Suipacha y Urquiza. No muchos más.
Manuel Alberto FabatíaFoto: Manuel Alberto Fabatía
Sin celulares a mano, una opción muy utilizada por los jóvenes de la década de los 90 y los 2000 eran llamar por cobro revertido. Marcando el comando #19 en el teclado del teléfono público, la operadora habilitaba un menú de opciones donde el usuario debía colocar un número y decir su nombre.
“Llego tarde”, “¿Me buscás?”, “Me quedo en la casa de tal”, eran algunas de las frases más utilizadas por los adolescentes de hace unos 20 años atrás. La comunicación era corta, similar a un mensaje de audio de WhatsApp actual. Claro, el costo lo pagaban los padres y la idea era avisar algo urgente (o no tanto).
Del otro lado del tubo, una operadora le indicaba al número destinatario que “fulanito” deseaba realizar una llamada a través del sistema de cobro revertido. Dos opciones: presionar 1 y aceptar o directamente colgar. Al mes siguiente, la factura de la empresa telefónica detallaba en el resumen el tiempo consumido a través de esta modalidad.
Manuel Alberto FabatíaFoto: Manuel Alberto Fabatía
En el último censo realizado en el país (2010), el Indec informó que en Argentina había un total de 164.832 aparatos en la vía pública. A partir de entonces, su cantidad disminuyó, lentamente en un principio y drásticamente en los últimos años. Sólo entre agosto y septiembre de 2012 desaparecieron 45.600 teléfonos públicos. La tendencia fue irreversible y hoy sólo “resisten” en pie algunos pocos.
Archivo El Litoral / Mauricio Garín La aparición de la telefonía celular fue el principio del fin para las cabinas en la vía pública.La aparición de la telefonía celular fue el principio del fin para las cabinas en la vía pública.Foto: Archivo El Litoral / Mauricio Garín
Un proyecto que no prosperó
En diciembre de 2017 el concejal Juan José Saleme elaboró un proyecto que exponía la problemática del abandono de las cabinas y cómo podrían ser foco de hechos de inseguridad. En ese sentido, el edil del PJ propuso revalorizar esos aparatos y sumarle otros servicios para los vecinos como acceso a WiFi gratuito y energía para poder recargar baterías de diferentes aparatos de comunicación.
Pablo AguirreEl lado oscuro de este nostálgico aparato, es que fueron (¿son?) un blanco fácil para la delincuencia. Ya en 2006 El Litoral daba cuenta de diversos actos de vandalismo con foco en los teléfonos públicos. Robo de monedas, de cables e incluso incendio o en el peor de los casos destrucción.
Archivo El LitoralEn la década del 2000 se reiteraron los episodios delictivos contra las cabinas. Foto: Archivo El Litoral
En 1953 comenzaron a instalarse teléfonos públicos en las principales ciudades del país. A diferencia de otros países, en los cuales las llamadas en teléfonos públicos se efectuaban fácilmente depositando monedas, en los equipos públicos de ENTel se utilizaron fichas metálicas denominadas cospeles, los cuales debían ser adquiridos en kioscos
Archivo El LitoralDe las viejas burbujas de Entel que explotaron a principios de los 80 (cuando solo una de cada tres casas de familia tenía línea telefónica) con la llegada de la multinacional Telecom se modernizaron a las torres alargadas con predominio de grises y azules, colores insignias de la empresa internacional.