Miércoles 18.11.2020
/Última actualización 2:37
No es una apreciación ni una pancarta política. Es que Argentina se encontró con tres zurdos que manejaron los ritmos, los espacios y los momentos del partido: Nicolás González, Lionel Messi y Giovanni Lo Celso. Los tres fueron figuras, ratificando que Argentina se ha encontrado mucho más cómoda siendo una “intrusa” en terreno ajeno, que aprovechando aquéllas hipotéticas bondades imaginadas por la cuestionable dirigencia del fútbol argentino de jugar en la Bombonera. La realidad indica que los dos partidos que se jugaron afuera (Bolivia y Perú) mostraron rendimientos muy superiores de la selección, colmada de dudas en casa propia y gratificante en su nivel futbolístico cuando el equipo debió salir de nuestro país.
Fue un 4-4-2 que funcionó a pleno, con Messi alternando en la función de delantero con Lautaro cuando había que recuperar la pelota y retrocediendo hasta la línea de Paredes o Lo Celso para liberarle el camino a la subida de Nicolás González, cuando se tenía el balón.
Con espacios, Argentina fue otra cosa. El 2 a 0 pareció mentiroso, “pijotero” e injusto para marcar las grandes diferencias que hubo entre uno y otro equipo, algo que resultó incuestionable. Apareció toda la jerarquía de un equipo que funcionó, que fue distinto, que se generó lugares y empatía para tocar en la corta y para meter pelotas punzantes e hirientes para el rival.
A Messi le faltó el gol, fue el que más lo buscó, se paró como el Messi del futuro, más retrasado, más conductor pero sin olvidarse del lugar en el que más y mejor habitó en su vida: el área del rival. Messi jugó e hizo jugar. Tuvo socios interesantes en Lo Celso, Paredes, Nicolás González y Lautaro Martínez. Jugó bien Messi y jugó bien el equipo. Una imagen de despedida, en este año para el olvido, que nos deja satisfechos y tranquilos de cara al futuro.