Jueves 25.11.2021
/Última actualización 19:03
La vicepresidenta anunció que no iría al búnker del Frente de Todos en la noche de la elección. El presidente “celebró el triunfo” por el que perdió por 8,5% de los votos en todo el país. Máximo llegó tarde a la plaza de Mayo, sin el acompañamiento de las Madres. Antes de empezar, Alberto desacreditó a Macri y Milei para la mesa del diálogo en la que buscaría el consenso para acordar con el FMI.
Cada vez que Guzmán adelanta que va a acordar con el Fondo, los mercados crujen, sube el riesgo país, caen las acciones de empresas y bajan los bonos de la deuda “canjeada”, que valen como en 2001 antes del default.
El silencio de Cristina desmiente al desafinado coro de kirchneristas que por acción u omisión aseguran que ella avalará el entendimiento con el organismo multilateral de crédito. Crece la desconfianza en el tensionado dispositivo político cristinista -el escorpión podría hundirlo, fiel a su naturaleza- a pesar de los objetivos explicitados por el jefe de Estado.
Julián Domínguez trata de llevar adelante el acuerdo con la cadena agroindustrial por la ley para subir exportaciones, mientras Matías Kulfas exhibe las mejoras en la actividad industrial (+18,7% acumulado en 10 meses) o de la construcción (+42,6% enero-septiembre).
Ambos pelean con el kirchnerista Roberto Feletti, el secretario de Comercio Interior, que amenaza con congelamientos y retenciones que rompen cualquier acuerdo con los agentes económicos, sean pymes o multinacionales. La CGT nunca fue amiga del camporismo setentista ni de su farsa contemporánea.
La Cámpora impulsa en el Congreso una sobretasa de 3% sobre los envases que se venden en el país. Todo lleva el nombre de “solidaridad” en sus iniciativas; todo supone transferencias de recursos a sus arcas, para ser manejadas con discrecionalidad, en este caso por Juan Cabandié en supuesto favor de organizaciones sociales. ¿Avalará la central obrera más presión fiscal a las Pymes en un país con salarios licuados y en favor de enemigos íntimos?
Martín Guzmán no puede prometer menos inflación al FMI si arranca con estas iniciativas políticas. Los precios subirían 50% este año y las proyecciones no bajan del 60% en 2022, aún con un entendimiento con el Fondo. Ecolatina, advirtió que una de cada tres pesonas de “clase media” no cubre el costo de la canasta básica; los actuales niveles de pobreza podrían aumentar 6% más si los salarios pierden 10 puntos porcentuales contra la inflación.
El déficit fiscal -padre de todos los males- lleva 1,8% del PBI en 10 meses, muy por debajo del 6,4% de 2020. Ese ajuste escondido en el relato pero no en los bolsillos de jubilados y empleados públicos, es una fortaleza en las cartas de presentación del ministro (pronosticó 4% para todo 2021) ante Kristalina Georgieva.
Guzmán propone la “convergencia” hacia el déficit cero en 2028, pero podría incluso hacerlo antes, si la cuenta final de este año no muestra que se dilapidaron 2 puntos más del PBI antes de los comicios y de cara al fantasma de fin de año.
Hacienda reconoce que debe marchar hacia un financiamiento no monetario. Este año la impresión de billetes lleva aportados $ 980 mil millones; el FMI exige terminar con la maquinita.
No hay inversores externos -salvo organismos para casos específicos- y los prestamistas internos no van a seguir comprando bonos con tasas por debajo de la inflación. Las Leliqs y los pases del BCRA , que sumaban en diciembre de 2019 $ 1,1 billon, ya alcanzan $ 4,2 billones a octubre.
A la inconsistencia fiscal y monetaria, el gobierno nacional le debe añadir el régimen cambiario. ¿Qué tan gradual puede ser el achicamiento de la brecha del 100% en los tipos de cambio? Hacerlo bruscamente es promesa de más inflación y recesión; no hacerlo supone subsidiar importaciones con dólar a U$ S 100,62 y encarecer exportaciones, que reciben $ 100,42 menos retenciones. En el mundo real la divisa vale el doble.
Los dólares son decisivos; el FMI no quiere la brecha. En los primeros diez meses del año el resultado comercial resultó superavitario en U$ S 13.940 millones, pero las reservas líquidas netas del BCRA son exiguas o negativas y la autoridad monetaria no capitaliza el saldo. Otra vez la desconfianza, incapaz por lo demás de atraer inversiones de las que “se entierran”, producen y exportan.
Miguel Pesce, en el cierre de las Jornadas Monetarias y Bancarias 2021, reclamó al FMI que flexibilice plazos y tasas de préstamos extraordinarios y pidió “explorar mecanismos” como el intercambio de monedas con China y Rusia, para casos como en la Argentina. Otra vez la tensión: China está esperando el acuerdo con el FMI antes de desembolsar la inversión en las represas de Santa Cruz.
Un infantilismo voluntarista -acaso desesperado- habita la propuesta de la autoridad monetaria. Ya dejó en claro el FMI que no habrá 20 años de plazo y que difícilmente conceda la rebaja de sobretasas para países incumplidores. ¿Alcanzaría con la ley para dar la señal que el mundo requiere?
La Argentina es el país que entró y salió con ese dispositivo de la Convertibilidad; es la Nación que sancionó la intangibilidad de los depósitos y también dispuso el corralito y la pesificación asimétrica, votada por el Congreso y traicionada por el gobierno.
Las señales requieren mucho más que un acuerdo económico y social. Demandan un acuerdo político con la oposición en el Congreso, pero mucho antes una coherencia explícita en la coalición oficialista a cargo del Ejecutivo y con mayorías relativas (pero en disminución) en ambas cámaras del Congreso. Una consistencia que es imposible comenzar a fraguar sin la orden explícita -pública- de la vicepresidenta.
O puede ser también sin ella, si es que la convicción -aún en el espanto- de la necesidad del acuerdo con el FMI, convence a mayorías parlamentarias y socioeconómicas oficialistas y opositoras, capaces de dejar al escorpión solo en la vieja orilla.
Quien quiera explorar alternativas nacionalistas y populares podría imaginar también que hay mayorías suficientes como para no cruzar el río y abandonar el acuerdo con el FMI. Sociólogos, politólogos y economistas, siempre dicen que la Argentina es muy distinta de Venezuela, porque tiene clase media. Tal vez haya que mirar la proyección de Ecolatina para comprender -si las evidencias no son suficientes- que también de ella se puede prescindir. Sería una tragedia.