Cumbre del Cambio Climático: una invitada llegó cruzando el Atlántico "a vela"
Tras dos semanas de travesía a bordo del velero 'Malizia II', la activista de 16 años ha llegado a EE UU, invitada a participar en la cumbre del cambio climático el 23 de septiembre.
Cumbre del Cambio Climático: una invitada llegó cruzando el Atlántico "a vela"
Miércoles 28.8.2019
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Última actualización 18:54
Tras dos semanas de travesía cruzando el Atlántico a bordo del velero Malizia II, la activista climática de 16 años Greta Thunberg ha llegado este miércoles por la mañana (hora local) a la ciudad de Nueva York. Hacia las 9.00, la embarcación anclaba frente a Coney Island para realizar los trámites de aduanas y estaba previsto que plegara la gran vela con el mensaje “Unidos tras la ciencia” a primera hora de la tarde en un pequeño puerto deportivo del sur de Manhattan.
La ONU se disponía a recibir a la embarcación con una flotilla de otros 17 veleros, uno por cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, escoltándola hasta la ciudad donde la joven sueca, que se convirtió en un símbolo de un movimiento ecologista juvenil global en las huelgas escolares por el clima del año pasado, ha sido invitada a los debates de la cumbre del cambio climático, el próximo 23 de septiembre.
“¡Tierra! Las luces de Long Island y Nueva York ahí delante!”, tuiteaba en la madrugada. Se acercaba a su fin una travesía épica en la que se embarcó Thunberg porque se niega a viajar en avión, dado el enorme impacto ambiental de volar. A bordo del Malizia II, un velero de 18 metros equipado con paneles solares, turbinas hidrogeneradoras y una pequeña desalinizadora para obtener agua potable, las condiciones eran espartanas, como se ha podido ver en los tuits que iba enviando periódicamente a sus aproximadamente 1.145.000 seguidores en la red social. No había cuarto de baño y la luz era escasa en la cabina de esta embarcación con varios cruces del Atlántico a sus espaldas, capitaneada por el hijo menor de Carolina de Mónaco, Pierre Casiraghi, y el experimentado marinero alemán Boris Herrmann, en la que Thunberg, que se ha tomado un año sabático en el colegio, navegó acompañada también por su padre, Svante, y el director de cine Nathan Grossman.
Pasaron etapas de fuerte oleaje y tormentas, según mostraba Thunberg en sus vídeos de Twitter, y a bordo del Malizia II celebraron, el pasado 20 de agosto, el primer aniversario del inicio de las huelgas escolares que la joven empezó con una sentada ante el Parlamento sueco para tratar de llamar la atención de los legisladores sobre la urgencia de proteger el futuro de los jóvenes de la amenaza del cambio climático. Estudiantes de todo el mundo se unieron a la protesta de la que ya se conoce como la niña del clima. Nacía el movimiento de los Viernes por el Futuro y Thunberg se convertía en un icono de esa lucha.
Pero la del Malizia II, que zarpó del puerto inglés de Plymouth el pasado 14 de agosto para cruzar ese Atlántico que el calentamiento global hace crecer tres milímetros cada año, no es más que la última etapa de la insólita travesía vital en la que se encuentra embarcada desde hace unos años Greta Thunberg. Diagnosticada con síndrome de Asperger siendo una niña, sufrió una depresión en la adolescencia que desembocó en un trastorno alimenticio, para convertirse poco después en una figura objeto de una insólita idolatría sin fronteras, nominada incluso al Premio Nobel de la Paz, como de una feroz campaña de desprestigio orquestada por quienes la consideran una marioneta en manos de los lobbies ecologistas.
Por delante, Thunberg tiene otra travesía. Llega al país cuyo presidente, Donald Trump, ha calificado en el pasado el cambio climático de “farsa”. Pero también al país en el que el Partido Demócrata discute el Green New Deal, el plan legislativo verde más ambicioso de la historia. El reto de Thunberg, que después seguirá su periplo americano por Canadá, México y Chile, es predicar más allá de esa élite de estudiantes para los que la crisis climática supone una amenaza existencial, y adentrarse en esas otras capas de la población que sustentan las políticas populistas, de cuya agenda la resistencia al cambio energético se ha convertido en piedra angular.