Lunes 31.5.2021
/Última actualización 4:06
Laura Fares nació en la Argentina y a los 21 años (la mitad de su vida) se mudó al Reino Unido, donde comenzó una carrera como baterista de sesión para artistas como Sam Sparro, Ricky Martin, Taio Cruz y Big Black Delta. Junto al también argentino Ariel Amejeiras fundó el sello Aztec Records, dedicado a géneros como el synthwave y el synthpop, con sedes en Gran Bretaña, España y Argentina.
Ahora lanza su carrera solista, después de dos década de componer y actuar para otros artistas, con el lanzamiento de “Believer”, un álbum precedido por cinco singles: canciones con sabor bailable que relatan su proceso de atravesar una separación en plena pandemia, y cómo esa experiencia la transformó espiritual y profesionalmente, incluso radicándose actualmente en Barcelona.
“Acá en España casi que estamos volviendo a una vida más normal: de a poquito hay más hay más eventos. La vacunación claramente funciona y el confinamiento también, por eso acá creo que finalmente está estamos viendo resultados, que en Argentina tal vez en unos meses ya se van a ver”, le contó LAU a El Litoral: una artista experimentada pero abierta a la reinvención y la búsqueda personal.
-Se lanzó “Believer” después de una sólida carrera de dos décadas como sesionista, productora y compositora de otros artistas. ¿Por qué se demoró tanto este camino personal?
-Creo que tuve que pasar por todas esas etapas para encontrarme a mí como música y cubrir todas esas áreas musicales. Desde productora, DJ, compositora, todas las ramas de la música que me fueron marcando, y fui aprendiendo al tocar con grandes artistas en grandes escenarios, grandes shows; la presión que sentís de tocar en la televisión. Estando de fondo siempre es mucho más fácil, como baterista es un rol que estás atrás, me sentía muy segura detrás de ese instrumento. Y si bien cantado algunos coritos era siempre la música de otra persona.
Con el paso del tiempo abrí mi sello discográfico con mi amigo Ariel Amejeiras, que ahora está basado en Mendoza, pero nos conocimos en Londres hace muchos años. Al empezar a firmar talento nuevo empecé a componer y a desarrollar artistas y escribirles canciones. Una de estas artistas fue Nina, con la que terminamos yendo de gira abriendo para Erasure en una gran gira en Estados Unidos. Le escribí tres álbumes a Nina, pero como oculta.
Pasó de todo el año pasado con pandemia, y atravesé una separación con mi ex pareja, muchos cambios que me catapultaron a decir: “Ahora es el momento. ¿De qué tengo miedo? ¿Por qué no me lanzo y que la gente escuche mis canciones cantadas por mí y no por otra gente?”. Fue un proceso muy largo, de confiar en mí misma, y por eso el álbum se llamó “Believer”: de creer en mí misma.
-¿Cuánto más difícil es ponerle palabras a la experiencia personal, y ponerle la voz, que filtrar las experiencias en un tema que va a cantar otro?
-Todos mis temas son muy personales, incluso cuando los canta otra persona: son palabras que salen de mi corazón y mis experiencias. Lo que pasaba era que a otros artistas les costaba les costaba explicar de qué trata ese tema. Creo que los fans se dan cuenta también cuando no escribiste vos el tema. El fan real que se mete investigar y que ve las entrevistas y todo te das cuenta que tal vez no tenés idea de lo que estás hablando.
Eso también me empezaba a molestar: “¿Por qué me estoy ocultando, para qué?”. Era mucho en base a la inseguridad de mi imagen, de mi voz: pensaba “yo no soy cantante”. Pero si estoy cantando todos estos temas, grabándolos, lanzándolos detrás de la cara de otra persona. Cosas mías que al final la creo que las terminé resolviendo: “Basta: tengo esta necesidad muy grande de lanzar mis canciones, de cantar mis emociones. Esta es mi voz, esta es mi imagen; soy así a ver quién conecta a ver a quién le sirve”.
El miedo al rechazo, al qué dirán; pasás ese hace terror y en realidad no era tan trágico todo: era conecta con los fans que conectás; hay gente que le gusta y gente que no y listo, y hay que aceptarlo.
-En tu colaboración con Nina, sobre todo el último álbum, estaba más blanqueado que era una colaboración.
-Empezó a aparecer “featuring LAU”, fue justo ese proceso este proceso. Si bien las regalías siguen entrando, porque yo fui compositora de esos temas, ya no pasa por lo financiero sino por el reconocimiento: nadie sabe que yo escribí eso para esta persona, y habla de esta cosa. Ya me estaba empezando a molestar la falta de reconocimiento, me sentí como que no tenía nada público y era la realidad: nadie me conocía era como un fantasma.
Ahora estoy muy orgullosa de mis logros, de todo lo que yo fui haciendo. Sucedió todo como tenía que suceder en el momento correcto: hace 20 años no estaba preparada para lanzarme porque yo no me veía como cantante solista: ahora sí.
-Hace 20 años tu puerta de entrada a las grandes ligas fue como baterista, no estabas como para decir “me largo”, faltaba un aprendizaje o un recorrido.
-Componía canciones en guitarra, siempre lo hice pero a un nivel muy personal y muy mío, y no las mostraba. Ahora los artistas son cada vez más jóvenes, pero son muchos años de crear un personaje público para lanzarte como artista. No es fácil porque te estás exponiendo muchísimo, estás abriendo tu corazón; estás abierta a la crítica. Hoy en día tenés trolls, de lo que pongas público va a haber siempre comentarios buenos y malos.
Entonces es el miedo de exponerte así; y yo estaba en un lugar muy cómoda detrás haciendo todo lo que a mí me resultaba cómodo. Pero hay veces que realmente te da mucha satisfacción cuando pasás ese miedo y alcanzás algo; salir de tu comfort zone, salir a hacer algo que da miedo: no sabés que va a pasar pero intentalo. Soy de tirarme a la pileta: hice eso cuando me fui de Argentina a Europa con una mano atrás y una adelante, a ver qué pasaba.
-Te fuiste a los 21 años, es la mitad de tu vida. ¿Qué te llevó a dar aquel salto a la ciudad donde explotó tu carrera?
-En el 99 mi familia, como muchísimos argentinos, estaban pasando una situación económica terrible, habían perdido todo: negocios, propiedades, todo lo que tenía mis viejos, todo lo que elaboraron toda su vida lo perdieron, se fundieron. Ya no veía otra escapatoria, no veía soluciones: era quedarme y estar estancada y prácticamente morir de hambre o ser infeliz, y trabajar de cualquier cosa para sobrevivir. Tenía un laburito en una imprenta y ahorré; me saqué el pasaje y creo que viajé con 200 dólares, muy poco dinero.
Fui a un par de países, Italia, España, terminé llegando a Londres y me encantó: tenía una afinidad con la música británica, de escuchar pop ochentoso; bandas como Queen, Tears For Fears, Phil Collins, sobre todo Erasure: crecí escuchando música y después terminé saliendo de gira con ellos.
Yo admiraba la cultura musical que sostienen aún hoy, con talento nuevo como Adele (abrimos para ella con Sam Sparro), Amy Winehouse, Jessie J, un montón de artistas grosas que salen del brit school. Son una máquina de hacer artistas internacionales y hits.
Es un país donde realmente apoyan al artista, al talento nuevo, invierten en eso. Tienen una infraestructuras armada: vas a estudiar música y tienen todos los equipos de producción, las computadoras, que hace 20 años era rarísimo: en ese momento eran samplers súper armatostes, con floppy disks, pero era lo más avanzado que había.
Me encantó meterme a estudiar producción, un poquito de composición, aprender la batería. El gobierno prácticamente me pagaba los estudios porque yo tenía 24 años cuando llegué a la universidad y me catalogaban como una estudiante madura (si tenías más de 18, 19). Querían que los adultos estudien y se gradúen; me parecía increíble que el gobierno venga y me pague una carrera que en ese momento costaba casi 20.000 dólares: no era una universidad gratis y pública como en la Argentina.
Ahora cambió todo: los estudiantes se endeudan muchísimo, vale tres veces más caro. Pero en ese momento me sentí muy apoyada y muy ayudada, agradecidísima por haber podido hacer mi carrera y más adelante lanzar mi sello discográfico: también te ayudan a eso, a empezar como empresaria. Te apoyan, te explican, no te cobran impuestos enormes hasta que no estás ganando y más parada en tus propios pies.
Surgió quedarme ahí: todo me pareció bastante fácil; soy una mina que labura mucho, muy workaholic y muy enfocada; no me doy por vencida seguía siendo música siempre en cualquier rama, donde me llevaba el corazón. No paré: seguí, seguí, y ahora es ésta reencarnación mía como artista solista, poniendo todo lo que aprendí en estos 20 años de carrera y todos mis gustos musicales que fui absorbiendo en “Believer”.
-Lo nombrabas a Sam Sparro, que te abrió tu carrera como baterista de sesión, y después terminaste de tocando con Ricky Martin y Eros Ramazzotti en Italia. ¿Imaginabas cuando te llamó la gente de Sam que después se iban a abrir tantas puertas.
-La verdad que no, porque a Sam lo acababa de firmar Universal del Reino Unido; si viene él vivía en Los Ángeles, era más famoso en el Reino Unido que en Estados Unidos, por el tipo de música, su sexualidad, un montón de cosas: Estados Unidos es como que tienen otros gustos.
Era un artista nuevo pero yo amaba ese tipo de música pop y electrónica, y ellos lo sabían, porque ya era disc jockey y producía un poquito y, hacía pop electrónico. Sabían que usaba samplers y drumpads, ni tuve que audicionar: me dijeron: “Queremos una chica baterista y vos sos perfecta”. Fue increíble: hacíamos muchas giras donde también tocaban Mark Ronson, David Getta, Amy Winehouse, Calvin Harris... Era ese circuito, esos años 2007-2009, esos eran los tops: Robyn, Adele. Amé cada minuto, pero después de ser sesionista muchos años estás un poco vacía, porque el artista es otro.
-Terminada la gira, vos te vas a tu casa y el artista queda.
-Y ellos se llevan los millones de dólares y vos ganaste tu platita por laburar ese día unas horitas. Es todo muy glamoroso, muy divertido, pero cuanto más vas creciendo no en cuanto edad te das cuenta de que en realidad el mérito está en componer las canciones: van ser tuyas para toda la vida y eso te va a dar de comer a vos y a generaciones (risas), si te va bien. Es algo es algo más tuyo, no es un laburito por hora. Si bien hay bandas como la de Elton John que tiene el mismo batero desde hace 50 años: hay artistas que son muy leales a sus bandas y otros que no, que te buscan para ese período y se acabó ahí.
-Y diferentes inquietudes.
-Cada uno va siguiendo su corazón, se me iban prendiendo lamparitas: tenía 30 largos y decía:”¿Y ahora qué? ¿Te sentás a esperar el siguiente llamado?”. Un día estás tocando en Glastonbury y al otro día estás diciendo “¿cómo voy a pagar el alquiler este mes?”. Por eso hay muchos músicos que se deprimen: es un high y un low, no hay un balance. Hay que crear contenido, algo original; no sólo yo, los artistas que represento, el sello: eso sí que va durar.
-¿Cómo conviven la instrumentista analógica, orgánica, con la productora y DJ electrónica?
-Muy bien. Si te fijás en mi Instagram yo toco mucho guitarra acústica, me encanta hacer canciones acústicas. Me pagué los gastos que tenía en la universidad tocando en el subte de Londres con guitarra acústica. Me encanta también tocar algo de la manera más básica, sin ninguna cosita extra.
Es un lindo balance: me gusta todo tipo de música, y la producción es algo que varía mucho, estoy acostumbrada a escuchar más allá de la producción: vas quitando layers y buscando la esencia, una buena canción que te va a mover aunque la cantes con una guitarra o súper producida con cien instrumentos. Yo siempre buscó mucho la melodía, la armonía; las letras son importantísimas. En mi tipo de música hay mucho sintetizador y mucha batería electrónica: hace muchos años que no tocó batería acústica, como que no pega con el estilo.
-Tocás la Roland que tienen forma de batería tradicional.
-Antes me esponsoreaba Roland y me mandaban pads. Ahora ahora simplemente tocó el SPD-SX, que es uno pequeñito, está buenísimo para viajar: me fui de gira por todo el mundo con eso. Depende de la sesión y depende con quién tocaba también. Ahora para mis shows no voy a tocar batería: voy a tener un baterista, un tecladista, y creo que voy a tener un par de timbales como para hacer algún solo a lo Gloria Estefan (risas), y un tecladito.
-¿Cómo fue atravesar en pandemia los dos procesos: el duelo afectivo y la gestación del álbum?
-Fueron de la mano, porque una cosa llevó a la otra y eran inseparables. Hay canciones que escribí y lloré dos semanas. Sacás todo y decís “porque me hice esto”, pero es una terapia: hay un tema en particular que se llama “Emotional” qué dice “me siento emocional, me siento descartable”. Ahora las escucho y estoy súper orgullosa, no me pongo mal, pero durante mucho tiempo no podía escuchar ciertas canciones, ni hablar de ellas en entrevistas porque se me cerraba la garganta y me largaba a llorar.
Más allá de eso el álbum tiene canciones positivas. de volverme a enamorar de mudarme de Londres a Barcelona: necesitaba un lugar que me inspire, estuve mucho tiempo en Londres y ya me estaba empezando a bajonear el clima; encima en la pandemia estuve encerrada en mi estudio diez meses.
Es un álbum que pasó por todas las emociones, a través de la angustia, el dolor, y después es más positivo: “Me quiero enamorar de vuelta”, “la vida me trajo acá, por algo debe ser”. No es todo bajón.
-Cuando uno transforma una experiencia en una obra de arte después tiene que convivir con esa obra ya siendo otra persona, estando en otro lugar. ¿Pensás que va a ser buena la relación con las canciones o hay un temor de sentirlas viejas en algún momento?
-Nunca, porque es algo que viví, que me hizo más fuerte: esa separación me sirvió muchísimo para catapultarme a ser la LAU que soy; a redescubrir quién era yo antes de esa relación, antes de perderme en todos estos artistas, y olvidarme quién era. Me va a marcar a toda la vida, es mi nacimiento como artista solista; y porque las canciones son tan directas del corazón, creo que por eso la gente está conectando mucho. A todos nos habrá pasado alguna vez que te mientan, que te lastimen, que pensabas que era algo así y no era.
En realidad las canciones son bastante movidas: me encanta tocarlas en vivo, va a estar buenísimo cuando empiece a hacer shows. Casi todas son para bailar: hay dos baladitas, pero ocho temas son súper bailables.