El Litoral
George Pell, tesorero del Vaticano, es el religioso de más alto cargo que declara ante la justicia por los abusos de sacerdotes.
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EFE
El cardenal George Pell, tesorero del Vaticano y el más alto cargo de la Iglesia Católica que ha declarado en un caso de pederastia, admitió hoy "enormes errores" de la institución religiosa frente a las denuncias de abusos sexuales a menores en Australia.
"La Iglesia en muchos lugares, y ciertamente en Australia, ha estropeado las cosas y ha decepcionado a la gente", declaró Pell por video conferencia desde Roma en su primer día de comparecencia ante la comisión australiana que analiza la respuesta institucional a las denuncias por abuso sexual a menores en el país oceánico.
"No estoy aquí para defender lo indefendible", puntualizó Pell, en su tercera declaración frente a la comisión, la segunda desde que fue nombrado en febrero de 2014 prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede.
El prelado, que está previsto que prosiga mañana con su declaración, ha sido citado en relación a decenas de casos de pederastia ocurridos entre las décadas de 1960 y 1980 en las sureñas ciudades de Ballarat, donde nació y trabajó de sacerdote, y Melbourne, donde fue arzobispo.
En una comparecencia de cuatro horas, Pell, quien no pudo viajar a Australia por motivos de salud, repitió que su frágil memoria no le permite recordar hechos y que no tenía entonces la información suficiente.
"No recuerdo que haya pasado este tipo de cosas y en consecuencia, no lo creo, pero mi memoria es a veces falible", se defendió Pell.
Lo que sí reconoció es que en el seno de la Iglesia Católica existía una tendencia generalizada a no dar crédito a las denuncias de los menores en una época en que se buscaba "proteger de la vergüenza a la institución".
"No estábamos tanto alerta en aquellos días como lo estamos ahora", comentó Pell al justificar las respuestas de la Iglesia Católica en Australia frente a las conductas pederastas de algunos de sus miembros.
Pell indicó que desconoce el número exacto de denuncias vinculadas a abusos sexuales atribuidos a miembros de la Iglesia Católica de Ballarat, que implica al menos a seis sacerdotes de la Congregación de los Hermanos Cristianos que trabajaron en escuelas de esa ciudad.
El prelado declaró que le habían informado "brevemente" sobre los abusos sexuales a principios de la década de 1970, pero en ningún caso en profundidad.
Pell reconoció que en la Iglesia Católica muchas de las quejas fueron descartadas y en algunos casos bajo circunstancias escandalosas.
"Debo decir que en aquellos días si un sacerdote negaba este tipo de actividades, yo me inclinaba fuertemente a aceptar su negación", manifestó Pell al referirse a los rumores de las actividades pederastas del monseñor John Day, quien fue acusado en 1971 y 1972 de asalto indecente a niños cuando fue sacerdote en Mildura.
Asimismo Pell aseguró que no tenía conocimiento que el exobispo de Ballarat, Ronald Mulkearns, enviaba al extranjero a los sacerdotes que habían cometido ofensas sexuales para someterlos a tratamientos psicológicos.
Pell, sobre quien no pesa ninguna sospecha de cometer abusos sexuales a menores, vivió en la década de 1970 en un seminario con el sacerdote pederasta Gerald Ridsdale, quien cometió decenas de abusos contra más de 50 menores cuando trabajaba como capellán en el colegio St Alipius de Ballarat entre las décadas de 1960 a 1980.
Una de las víctimas de este sacerdote es su sobrino David Ridsdale, quien asegura que cuando llamó a Pell en 1993 para contarle que su tío había abusado sexualmente de él, el ahora cardenal trató de silenciarlo.
Pell concedió que el traslado de Gerald Ridsdale de parroquia en parroquia fue "una catástrofe" tanto para las víctimas como para la propia Iglesia.
Una quincena de familiares y víctimas que sufrieron en el pasado abusos sexuales por parte de miembros del clero en Australia pidieron el domingo en Roma al cardenal George Pell, al papa Francisco y a la Iglesia Católica que dejen las palabras y emprendan "acciones reales" para evitar que se repitan casos similares.
Algunos de los niños que sufrieron abusos sexuales en las instituciones católicas se suicidaron al hacerse adultos o tienen problemas psicológicos y sociales debido a los traumas sufridos.