Por Fernando Urriolabeitia
Unos rasgos significativos de la vida en común
Por Fernando Urriolabeitia
"Tu ausencia me rodea…"
Jorge Luis Borges (poema en "Fervor de Buenos Aires", 1923)
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El escritor inglés John Berger, en el libro "El cuaderno de Bento" (año 2011), narró un momento triste y delicado en la vida matrimonial de Luca y Odille. Pasado un tiempo de la jubilación de Luca, su mujer -a la que él llamaba "mi Rosalie"- comenzó a perder la cabeza, al punto que salía de la casa con un motivo inventado y, luego, se extraviaba porque no recordaba el camino de regreso. A Rosalie le diagnosticaron Alzhéimer. Luca se ocupó de los cuidados de ella, pero siguió perdiendo facultades hasta que debieron hospitalizarla. Él la visitaba sin faltar un día y, a la noche, le daba la cena. Contó Berger que "muchas veces ella no lo reconocía. Pasó el tiempo y dejó de reconocerlo por completo. Pero ¡y si no voy y ella reconoce mi ausencia!, razonaba Luca".
Si pensamos que la ausencia es la falta de presencia, al no haber una identificación cuando se está presente, imposible -entonces- que haya reconocimiento de su ausencia. Cómo es factible que Luca crea que si no la visita a Rosalie, pueda ella reconocer que esté ausente si no lo identifica estando presente. Es que no siempre la "ausencia" se define por contraposición a la "presencia" cuando la ubicamos en el ámbito del amor. Ambas tienen una identidad propia bajo el amparo de ese sentimiento, se benefician de su gravitación ("…la gravitación del amor, que nos justifica…", como escribió Jorge Luis Borges). En la relación de amor, la "presencia" tiene características particulares como las posee también la "ausencia", de allí que para Luca, a sabiendas que la enfermedad de Rosalie arrasó con el reconocimiento de su presencia, no implicó para él que si se ausenta no lo note ella, al contrario, cree que sentiría su ausencia y no puede dar lugar a que pase por esa situación.
Justificadamente Luca cuida que Rosalie no llegue a sentir que esté ausente, una de las formas de estar que integra el universo de sus vidas, en esa composición tan singular que es tener un proyecto vital en común. La ausencia se construye con independencia de la falta de presencia, no responde a esa lógica, estamos en un ámbito con una arquitectura emocional fruto del trabajo artesanal de dos almas que coinciden en el mismo centro ("¿qué es amor, sino hacer de otro nuestro centro y fundir nuestra perspectiva con la suya?", enseñó José Ortega y Gasset). Es la ausencia construida por la labor meticulosa que describió Roberto Juarroz: "Corto los hilos/ de la mirada con que te miro/ y empiezo a tejer con ellos/ la pasión de mirarte/ allí donde no estás.// Por eso, algunas veces,/ te veo más en tu ausencia que en ti".
En el mismo sentido, Ortega y Gasset supo destacar que la ausencia "no es un carácter negativo", al contrario, "tan positivo como la pura presencia e inconfundible con ella" (en el ensayo "Conciencia, objeto y las tres distancias de este", año 1916). Sostuvo el filósofo que "no es simplemente un no estar, sino un positivo estar ausente y un estar sólo representado". Como en el caso del lienzo al óleo, titulado precisamente "Ausencia", que pintó el artista sevillano Francisco Díaz Carreño en el año 1886. El cuadro permite ver tanto a una mujer ausente por estar ensimismada, como a su vez logra representar a una dama sentada y sumergida en su propia intimidad, con la cara apoyada en la mano derecha, que siente y expresa con la mirada y toda la tensión del cuerpo la ausencia de quien ama.
En esta gravitación de las almas bajo el influjo del amor, el poeta Juarroz, como todos, también requirió de la "presencia", de ese estar ante el otro lisa y llanamente, para lo cual llegó -incluso- a exigir garantías: "Despertar sin que estuvieses a mi lado/ sería como dormirme más profundamente/ o como descubrir de pronto/ que todo es una llanura interminable.// Dormir es el riesgo de no volver a encontrarte./ Por eso llegará la noche/ en que antes de dormirme/ te pediré garantías/ de que volverás a inaugurarme la mirada".
La presencia se torna, a veces, en una necesidad urgente e imprescindible, sin lugar a postergación alguna, como lo transmite la poetisa Alejandra Pizarnik, en un poema bajo el nombre "presencia" cuando expresó: "tu voz/ en este no poder salirse las cosas/ de mi mirada/ ellas me desposeen/ hacen de mí un barco sobre un río de piedras/ si no es tu voz/ lluvia sola en mi silencio de fiebre/ tú me desatas los ojos/ y por favor/ que me hables/ siempre".
En la vida en coincidencia, en esta reunión de dos almas, ya sea en tiempos de alegría o de momentos de tristeza, está siempre el amor que sabe moldear –con calidez y delicadeza- la presencia o ausencia del otro.
(…) La ausencia se construye con independencia de la falta de presencia, no responde a esa lógica, estamos en un ámbito con una arquitectura emocional fruto del trabajo artesanal de dos almas que coinciden en el mismo centro ("¿qué es amor, sino hacer de otro nuestro centro y fundir nuestra perspectiva con la suya?", enseñó José Ortega y Gasset). Es la ausencia construida por la labor meticulosa que describió Roberto Juarroz: "Corto los hilos/ de la mirada con que te miro/ y empiezo a tejer con ellos/ la pasión de mirarte/ allí donde no estás.// Por eso, algunas veces,/ te veo más en tu ausencia que en ti".