Graciela Ribles
Graciela Ribles
La tarde del domingo muere con la última jugada. El partido está picante, los del fondo vinieron a ganar o morir, la última vez que jugamos terminamos a las piñas.
- ¡Raulo, largá la pelota! Le grito, viendo que por atrás el negro García viene a barrerlo.
Raulo me tira el pelotazo para que lo corra por el lateral izquierdo, freno la pelota con la zurda y le doy el pase al petiso Cantero, el petiso la para con el pecho y le da un pase de lujo a el chino Suarez para que la empuje suavecito y meta el gol. Pero en ese momento el perro del colorado, se mete a la cancha y con el hocico saca la pelota para el corner.
El pitazo del referí marca el final, el clásico barrial termina en empate. Los del fondo se nos cagan de risa, nosotros nos comemos la rabia, el colorado y el perro desaparecen en el laberinto de pasillos de la villa. Llego al rancho con los botines colgados del cogote, el viejo toma mate en la vereda, justo bajo la sombra del paraíso.
- Y ¿cómo les fue?―dice dándole un sorbo profundo a la bombilla.
- Para la mierda, empatamos, culpa del perro del colorado.
El viejo mueve el cuerpo de arriba a abajo, tratando de esconder los dientes podridos. Voy para el fondo y me lavo en un tacho.
- Viejo, voy un rato a lo del Raulo.
- No vengas tarde que mañana a las seis arrancamos.
El Raulo vive a dos cuadras, en un ranchito de chapa. No necesito golpear, los perros con sus ladridos anuncian que llegue.
- Doña… ¿Está el Raulo?
- Sí, ya te lo llamo.
- ¡Raulo, te busca el Pepo! Grita.
Me siento en un tronco que está en la entrada. Raulo aparece con cara de dormido.
- De pura bronca me acosté, para no pensar en el partido, lo teníamos ganado y la cagó el colorado.
- Sí, el chino quería sacar la faca y partirlo al medio.
- Ahora que me acordé, mañana es tu cumpleaños, pagate una birra, que cumplís los trece y capaz la Magui te de un piquito. Dice el Raulo, riendo.
- Callate loco, si ni me mira… Lo de la birra depende de cómo nos vaya en el rejuntadero. Me voy a dormir un rato.
- Mañana, a las seis nos vemos.
El día amanece nublado, el viento sur pega contra las chapas que golpean desentonando. Con el viejo vamos para el basural, empujando el carrito. Hay que llegar temprano porque cada día hay más gente, a eso de las ocho de la mañana llegan los primeros camiones.
Lunes y jueves vienen los del frigorífico, si tenemos suerte, juntamos huesos para la sopa y cuerito de pollo, el cuero de pollo frito es una delicia. Los martes y viernes los volcadores de los supermercados traen productos vencidos, yogur, queso, fiambre, verdura, depende el día. Lo busco al Raulo, no lo veo, siempre recolectamos juntos y después dividimos.
- Pepo, andate para allá que anda la banda del Ramón y no quiero lío.
- Ya sé viejo, quedate tranquilo que los tengo bien junados.
- Parece que en cualquier momento se pudre todo. Avisa el tuerto.
Los camiones llegan, todos corremos para estar primero, los brazos se mueven como si estuviéramos nadando en la basura, chocan con otros brazos que no llegaran al podio. En una bolsa que tengo bien agarrada voy guardando. La máquina compactadora avanza sin inclinación ni rechazo. Vuelvo con la bolsa bien cargada, al lado del carro hay varias personas amontonadas. Estoy casi seguro que el Ramón armó quilombo.
La cara del viejo, con los surcos marcados de pobreza, no oculta nada. En el piso está el Raulo, con las manos debajo de la cara y las rodillas desnudas. Los huesos flacos, empaquetados con bolsas de nylon y cartón.
- Pobre pibe, se quedó dormido y la máquina lo compactó.
Como duele el pecho, cuesta respirar, las náuseas revuelven las tripas vacías.
- Pibe no, se llama Raulo y es mi amigo, mi hermano... Les digo con la cara enrojecida de impotencia.
Llega otro camión, otra vez los brazos nadando en este basural de mierda. El viejo se pone a doblar unos cartones, guarda unas cuantas botellas, agarra el carro y se va para la recicladora. La montaña de basura, las personas como hormigas, la máquina que sigue compactando, el Raulo y yo. Un patrullero se detiene en la entrada. Sacudo el cuerpo del Raulo.
- Despertate gil, tenemos que tomar una birra, o te olvidaste que hoy es mi cumpleaños.