¿Solución eficaz o desvío del verdadero problema económico en Argentina?
Coexistencia oficial peso-dólar. Durante la vigencia de la Ley de Convertibilidad (1991-2002) se permitía elegir libremente la moneda para depósitos y transacciones. Pero, aunque haya funcionado muy bien durante un periodo de tiempo, el sistema bimonetario está lejos de ser una panacea para los problemas económicos de Argentina. Gentileza
¿Solución eficaz o desvío del verdadero problema económico en Argentina?
En las últimas semanas, ha ganado relevancia la idea de que, para lograr una estabilidad económica a mediano plazo, Argentina debería adoptar un régimen bimonetario. Este sistema se define como la coexistencia oficial y legal de dos monedas, en este caso el peso y el dólar, que pueden utilizarse libremente para pagar bienes y servicios, realizar contratos, fijar precios y llevar a cabo actividades financieras como depósitos bancarios o préstamos. Esto permitiría a personas y empresas elegir qué moneda utilizar, en función de factores como estabilidad, confianza y/o conveniencia.
Aunque esta propuesta puede parecer nueva, ya fue implementada de manera similar en la década de 1990, dado que durante la vigencia de la Ley de Convertibilidad, se permitía elegir libremente la moneda para depósitos y transacciones. Si bien "la convertibilidad" funcionó muy bien durante un periodo de tiempo, el sistema bimonetario está lejos de ser una panacea para los problemas económicos de Argentina. De hecho tales soluciones universales no existen.
Habitualmente Perú y Uruguay son citados como ejemplos de economías bimonetarias estables, pero la realidad es que su estabilidad no se debe únicamente al régimen monetario. El éxito de estos modelos ha dependido de una serie de factores adicionales, como la estabilidad de políticas públicas, el respeto a las reglas fiscales y la implementación de reformas estructurales profundas. De hecho, Venezuela y Zimbawe, dos de los países con peores desempeños económicos y sociales en los últimos veinte años, también tuvieron un régimen bimonetario.
Por otro lado, Argentina posee muchas normas similares a las de países económicamente estables, como la Ley Orgánica del Banco Central, la Ley de Responsabilidad Fiscal, la Ley de Competencia y la Ley de Mercado de Capitales, entre otras. Además, ha experimentado con diversos sistemas monetarios, tanto ortodoxos como heterodoxos. El problema no radica –principalmente- en las regulaciones o en la importación de modelos económicos, sino en la falta de claridad en el diagnóstico de los problemas estructurales, la ausencia de consensos y el escaso cumplimiento de la normativa vigente.
En este sentido, el debate sobre la viabilidad de un sistema bimonetario se vuelve estéril, ya que no solo no están comprobados sus beneficios sino que la actual falta de dólares y sus consecuentes restricciones, hacen inviable su implementación, así como la dolarización o la competencia de monedas. Por lo tanto, la discusión previa debería centrarse en cómo lograr un mercado cambiario único y completamente libre.
Pero el problema es aún mayor: el pésimo diagnóstico de los problemas económicos y la visión a corto plazo que tiene el gobierno actual. Es decir, el presidente Javier Milei y su equipo económico parecen tener todas sus expectativas puestas en las inversiones que llegarían principalmente al sector minero y energético en los próximos años. Aunque la materialización de estas inversiones sería una excelente noticia para la economía, no resuelve problemas estructurales. Estas inversiones, por sí solas, no transformarán la matriz productiva del país, aunque podrían servir para ganar tiempo y financiar un programa económico sostenible. El problema es que ese programa no existe.
Argentina enfrenta históricamente graves dificultades en la generación de divisas, debido principalmente a dos razones: primero, la incapacidad de competir en el mercado internacional con productos o servicios de alto valor agregado, y segundo, la falta de confianza, que impulsa a la mayoría de los habitantes a "fugar" sus dólares del sistema económico. Es decir tenemos problemas en la economía real y financiera.
En este contexto, la política gubernamental no debe limitarse solo a bajar la inflación (lo cual es importante), sino a establecer una matriz productiva y tecnológica que, junto con la estabilidad macroeconómica y el firme cumplimiento de un marco legal consensuado, sitúe al país en una trayectoria de desarrollo económico sostenible a lo largo del tiempo.