Durante todos estos años de trabajo dedicados a las artes visuales, se ha presentado en mi espacio, una y otra vez, la misma inquietud por parte del público: ¿existe una manera especial de mirar las obras de arte?
Durante todos estos años de trabajo dedicados a las artes visuales, se ha presentado en mi espacio, una y otra vez, la misma inquietud por parte del público: ¿existe una manera especial de mirar las obras de arte?
En las primeras notas hicimos un recorrido general por la obra de tres maestros santafesinos que conformaron nuestra vanguardia. Supisiche nos enseñó a entender que la plástica es una disciplina con lenguaje y códigos específicos; que arte es mucho más que oficio, pero que sin oficio no hay arte. Godoy nos enseñó a mirar de otro modo, inaugurando la modernidad en nuestra ciudad. Espino nos enseñó a cuestionar lo que miramos, dando a la mirada un estatus semejante a lo mirado y preanunció la llegada de un nuevo tiempo artístico llamado arte contemporáneo.
La historia nos advierte que acceder al arte no es solo cuestión de ingresar a un museo y ver sus obras. Difícilmente podremos ver lo que no sabemos. Acceder, por lo tanto, es entender. La pregunta por el "qué mirar" y "cómo mirar" lleva implícita la necesidad de poder interpretar, poder entender, poder descifrar un mensaje.
El objetivo central de esta columna, que denominamos "obras comentadas", es brindar herramientas que ayuden a orientar la mirada para ingresar poco a poco en los distintos niveles de lecturas que presenta una obra.
Las artes visuales son actividades laborales que demandan esfuerzo físico, intelectual y espiritual. Las obras de arte son producto de un largo proceso creativo realizado por artistas con formación disciplinar, oficio y trayectoria. Este trabajo tiene la particularidad de poseer un doble sentido: lo práctico y lo trascendente.
En el sentido práctico, la obra es el medio de subsistencia del artista y es parte de una actividad comercial. Es un producto que tiene precio, se vincula al mercado del arte y lo consume un particular (coleccionista privado, en general). Las obras de este tipo son funcionales a un tiempo presente. En el sentido trascendente, la obra de arte es un ícono que toma estado público y se constituye en un bien cultural. Es una representación simbólica que adquiere valor, se vincula con las instituciones públicas (museos) y es patrimonio de una comunidad. Las obras de este tipo se instalan en la historia del arte.
Nuestros comentarios se centrarán en este segundo grupo de obras a las que se suele llamar "Obras Maestras". Son las obras necesarias dentro de una cantidad infinita de obras innecesarias. Los artistas proponen, trabajan, producen constantemente. Pero obras significativas y con un importante aporte estético, aparecen muy de vez en cuando. Esto mismo sucede en otras disciplinas: no todo lo construido es arquitectura, no todo lo que suena es música, no todo escrito es literatura, no todo lo pintado es una obra de arte.
Una obra debe sobrevivir a múltiples lecturas e interpretaciones para garantizar su existencia, de lo contrario, quedan en el olvido.
Para comenzar este camino, es necesario abandonar la práctica muy usual de mirar las obras como al pasar. Unos pocos segundos no son suficientes para entender un trabajo tan complejo. Debemos abandonar también la idea de que solo se trata de un "me gusta" o "no me gusta" y que si no es de nuestro agrado, entonces no es arte. El valor de una obra no depende de nuestro gusto que con el paso del tiempo cambia. Una obra es inmutable. Pensemos que, si hoy podemos apreciar lo que hasta ayer era invisible, mañana descubriremos lo que escapa a nuestro entendimiento presente. Por eso es importante visitar las obras cada vez que necesitemos hacerlo. El saber se construye y el conocimiento hace al gusto. Se comprende entonces el rol educador que cumple un museo como posibilitante de esta práctica. El patrimonio debe estar al alcance de la ciudadanía, pero este tema merece un capítulo aparte.
Las artes visuales se aprenden mirando. El ojo se entrena, la mirada se educa. Es un adiestramiento para el que debemos estar dispuestos a perder el "tiempo útil" que resuelve nuestras necesidades cotidianas a cambio de tener una experiencia estética que no trae un beneficio aparente e inmediato.
La regla de oro es, disfrutar. Entrar a un museo para ver las obras por el puro placer que produce mirarlas. Funciona mejor si estamos relajados, en calma, como perdidos en el tiempo. No existe otra regla pero podemos sumar el aprendizaje como goce, mirando con curiosidad, atención y deferencia.
Existen tantas maneras de mirar como tantas personas que deseen mirar. En mi experiencia, he configurado una suerte de plan. Creo que toda obra de arte que se precie como tal, reúne cuatro niveles de lecturas posibles.
La lectura "literal": se trata de la cosa tal como la vemos. Es lo aparencial y está ligado por lo general a lo sentimental y emotivo.
La lectura "ética-estética": se trata de la ética referida a la moraleja que se deduce de lo narrativo y lo estético que se refiere tanto a la organización visual- compositiva como al oficio y realización técnica. Pero también debemos observar la ética de la estética que refiere a un universo un poco más complejo de cosas ligadas en general a la libertad de expresión (límites del arte o limitaciones del artista), el contexto cultural en el que se dan las expresiones, y la veracidad o falsedad de su realización técnica.
La lectura "simbólica": es la lectura del arte como metáfora. Los elementos de la composición no son tal como los vemos sino en función de lo que representan dentro del conjunto. Ligado también a lo argumental, debemos considerar el contexto en el que surge la obra, es decir: un lugar y un tiempo determinado.
Y la lectura "arquetípica" que pregunta por el origen de la cosa observada. Cuál es la idea, concepto o modelo original del que derivan los elementos físicos o simbólicos representados. La pregunta remonta a los mitos como historias sagradas fundacionales, que están más allá de un tiempo y lugar determinado, y son universalmente compartidos.
A medida que avancemos, notaremos que una lectura incluye a la anterior. Pero no siempre encontraremos los cuatro niveles descriptos. Esto va a depender en gran parte del tipo de obra, del grado de abstracción o figuración que posea y por supuesto, de la corriente artística de la que provenga. En estos casos es necesario incorporar conceptos más específicos sobre el artista y la historia del arte.
Mirar "qué" y "cómo", es tener una experiencia personal, profunda, única e irrepetible frente al poder de la imagen, donde las palabras callan.