Jueves 6.1.2022
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En la noche del lunes falleció a los 45 años Mariano Caudana, cantante, músico y poeta santafesino. Comenzó su carrera musical en la adolescencia, como guitarrista del grupo de funk Matakos, “los Red Hot Chilli Peppers del Almirante Brown”. Un par de años después, en 1997 se convertiría en cantante y compositor del grupo de rock La Moto. El mismo estaba integrado además por Cristian “Matt Hungo” Deicas en guitarra, Eduardo Martocchia en bajo (sustituido luego por Manuel Branca, después de un breve interludio donde el propio Mariano se hizo cargo del instrumento) y Adrián “Topo” Perren en batería (más tarde reemplazado por Ulises “Raki” Koch) grabó dos discos: “Gol y Ropa Nueva” (1999), con “Post Fulgor” como tema emblemático y “Remoto” (2001), con “Los cucos de Kokoschka” como estandarte.
Zurdo, unionista y fumador, de humor ácido y mordaz, en aquellos años de bohemia también colaboró con textos en antologías poéticas, alguna publicada bajo el seudónimo colectivo Fermín Oviedo (que incluía textos de varios parroquianos de la primera Pizzoteca Skorpio, la de 9 de Julio y Cándido Pujato).
Luego integró el grupo de teatro musical Los Pichones de Rivière, con el que realizó un homenaje al mítico cantautor francés Georges Brassens. Con este grupo también produjo dos puestas en escena tituladas “Jamás iremos al velorio” (2002) y “Del amor y otras mierdas” (2003). Como cantautor grabó los discos solistas “Sin vista al mar”, un álbum acústico de canciones editado por el sello independiente La Casita Records de Franco Bongioanni, y “Cancha Rayada” (2009-2010).
Respecto de aquella propuesta (que presentó tanto en solitario como en trío con junto a Mauro Bertotti en guitarra y coros y Juan Candioti en cello y acordeón), Caudana contaba: “Me considero un cantautor, un tipo que interpreta sus composiciones, con la guitarra clásica como punto de partida y con especial atención en las letras. Creo que una puesta sonora austera permite que lo literario quede en un primer plano y que el espectador afine la percepción en esa dirección por sobre todas las cosas”. En ese momento reconocía como principales influencias a Silvio Rodríguez, Javier Krahe y Fernando Cabrera, “tres autores que admiro profundamente dentro de la llamada “canción de autor’. También me interesan otras disciplinas como la literatura y el cine: hay escritores como Juan Carlos Onetti o William Faulkner que me marcaron considerablemente. De ellos tomé una idea de lo bello o del deber ser literario, lo asfixiante de ciertas cuestiones de las relaciones en la vida. También directores de cine como Ingmar Bergman, Stanley Kubrick o, en la actualidad, Jim Jarmusch que comparten ese enfoque del que soy muy respetuoso admirador”.
En 2013 formó junto a Juan Valli El Doke Tango, que proponía un recorrido a través de una selección de tangos que no se encuentran dentro de los repertorios más difundidos del género. Tangos marginales y lunfardos, que condensan las historias de los parias de la sociedad urbana de principios de siglo XX, junto a recónditas creaciones de diversos autores; un puñado de composiciones marcadas por ese conjunto de elementos que caracterizaron al tango previo al de las primeras orquestas. “Atravesando este imaginario lírico y sonoro, donde se entrelazan lo picaresco, lo prohibido y lo marginal, el dúo propone una versión no costumbrista ni estereotipada del tango que invita a descubrir las características fundamentales de una trama simbólica que todavía habla de nosotros”, afirmaban por entonces. El dúo editó en su primer año un CD homónimo, para lanzar en 2017 “El Doke bien temperado”, un álbum que se encuentra disponible en plataformas.
Sobre ese proyecto, le contaba Caudana a El Litoral: “Te encontrás con algunos repertorios que están buenos, incluso vos decís por qué se abandonó. Pero el valor literario que tiene ese texto es alucinante. Hay muchos autores que no están dentro del ‘canon’ tanguístico que se conoce, y que está justificado por el talento y la reproducción. Duplas reconocidas: Troilo y Manzi; perfecto, pero hay otros repertorios que no se tocan tanto y que tienen un valor increíble. Nosotros empezamos a buscar trabajos de Héctor Marcó, que es un tipo con el que Rivero laburaba mucho, que están bárbaros”. Sobre el tango canción con guitarras, decía: “Ése es el formato. El otro día me ponía a escuchar cosas de (Guillermo) Barbieri, escuchás esas guitarras que arrastran y ves que pasó a las orquestas de (Roberto) Firpo como bandoneón rítmico. El tango canción es muy distinto a lo que circula en las milongas, donde la gente va a bailar. Pasa por acercarse a la canción: la gente que nos va a ver se toma un vino y escucha”.
Ante la pregunta sobre cómo se dialoga con los cantores del pasado, sostenía: “Cada uno tiene sus gustos, para mí hay tres que son inobjetables, que son (Carlos) Gardel, (Edmundo) Rivero y (Roberto) Goyeneche. Tres estilos muy claros, muy distintos, pero en Goyeneche veo una cadencia de Gardel (Rivero es distinto). Después, hay cantores que me gustan pero no sé si me influenciaron: Floreal Ruiz me gusta, es un típico cantor de orquesta. Ahora, está volviendo algo de eso: Ariel Ardit, por ejemplo. Me gustan también (Daniel) Melingo, Hernán Lucero, el pelado (Hernán “Cucuza”) Castiello”.