Mauro L. Muñoz | politica@ellitoral.com
Sin buscarlo, los Senadores podrían, por medio de la votación, influir en las próximas elecciones, posibilitar el contagio latinoamericano por la ley y darle perspectivas políticas al feminismo.
Mauro L. Muñoz | politica@ellitoral.com
A pesar de vaivenes políticos y económicos, nuestro país se ha destacado por ser pionero a nivel latinoamericano en dar lugar a demandas democráticas. Por caso las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad Sexual, sancionadas en la última década. Dos grandes conquistas que, en beneficio de las minorías históricamente excluidas y en camino a la lucha contra la estigmatización, fueron parte de la ya extinta gestión kirchnerista.
A meses de cumplir tres años de mandato y próximos a tiempos electorales, el gobierno de Cambiemos será esta vez quien cargue con el resultado de una nueva sanción legislativa que pretende arrebatar de las entrañas del poder legislativo un tema encarnado por la clandestinidad y la invisibilización en la sociedad: el aborto.
Este miércoles 8 de agosto, Argentina se enfrenta nuevamente con la responsabilidad histórica de ser referente en materia de derechos personales. Y si bien Uruguay abrió el camino esta vez, seguramente marcará el rumbo a los demás, ya sea garantizando el derecho a la a la autonomía personal o sosteniendo la penalización sobre su práctica, dependiendo si es aprobada o rechazada la ley de Interrupción de Embarazo Voluntario (IVE).
Como resumen, vale la pena mencionar algunas experiencias que han tenido lugar en los últimos meses y que sugieren un acople al reclamo por el aborto.
Con la victoria de Andrés Manuel López Obrador, México se aseguró de anunciar que buscará impulsar la despenalización del aborto hasta las 12 semanas, destacando que será por medio del “diálogo permanente”.
En el último mes, organizaciones feministas de Brasil realizaron distintas movilizaciones a favor de la legalización del aborto bajo la consigna: “Si Argentina puede, nosotras también”. Seguidamente, el país más grande de Sudamérica comenzó a realizar una serie de audiencias públicas en el Supremo Tribunal Federal para evaluar la situación del aborto -hoy penalizada con 3 años de prisión-, en la última semana.
Incluso en Venezuela, pese a que la lupa internacional está puesta en la crisis, un grupo de mujeres presentó el mes pasado una propuesta por "los derechos sexuales y reproductivos" ante la chavista Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
Aunque, sin dudas, el caso más resonante es el de Chile. Tras dos años, recibió aprobación el proyecto que despenalizó el aborto en las causales de inviabilidad fetal, peligro de vida para la mujer y embarazo por violación, enviado por la ex presidente Bachelet. Días posteriores, masivas marchas se dieron en distintas ciudades para acompañar la presentación de un nuevo proyecto que apunta a la legalización del aborto con un límite de 14 semanas de gestación. Las manifestantes marcharon con pañuelos verdes -los mismos que acá- y hacia el final se dieron hechos lamentables donde encapuchados provocaron disturbios, donde tres mujeres y un carabinero fueron apuñalados.
Es preciso recordar que los sectores religiosos se opusieron vigorosamente durante los siete años que se intentó impulsar el proyecto. En esta ocasión, probablemente no se esperaba un avance del proyecto en la Cámara Baja (recordar el "le dijeron que el 'no' iba a ganar por amplia mayoría”, de Carrió por Macri). Lo que quizás explique el carácter moderado de las declaraciones y manifestaciones por esas alturas, reflejado en la poca cantidad de personas, en comparación con los verdes, presentes en el Congreso el día de la votación.
Una vez que la situación viró por un peligro aparente de que sea ley, se fortalecieron esfuerzos y discursos en vistas de generar mayor adherencia a la concepción dogmática resumida en el slogan “toda vida vale”.
Ahora, esta reacción tomó un alcance mayor, similar a las movilizaciones contra el Matrimonio Igualitario en 2010 o Divorcio en 1987. La posibilidad de sanción en el Senado y el temor de un posible efecto cascada en América Latina hacen a los motivos de por qué se espera ahora también una gran vigilia celeste, encabezada por católicos y evangélicos, que pretende ganar peso en la calle.
Además de las vigilias en el Congreso, grupos feministas a favor de la ley marcharán en distintos puntos como Ecuador, Paraguay, Costa Rica y Perú. A esto se suma, la publicación en la contratapa del New York Times, con tirada en 134 países, que declara “El mundo está mirando".
Siguiendo esta línea de análisis, la Cámara Alta se enfrenta con la responsabilidad de dictaminar en el debate abierto en torno al proyecto sobre la despenalización de la interrupción voluntaria, un problema legal y profundamente complejo.
Si bien se la considera un ámbito conservador y tradicionalista, las sanciones legislativas anteriormente nombradas fueron aprobadas con un amplio margen de votos en este recinto; en ocasión de Matrimonio Igualitario, incluso mayor al recibido en Diputados.
¿Es posible que países de la llamada “patria grande” se animen a imitar lo que salga del Senado? ¿Le tocará a la Argentina pararse, una vez más, como ejemplo a seguir por la conquista de nuevos derechos sociales, pretendidos por las agendas progresistas? ¿O acaso surcará el sendero dirigiéndose hacia la preservación del status quo dominante, defendido por los sectores más conservadores?
El gobierno y su posición
Incierto hasta último momento, el resultado que de allí salga teñirá el color de muchos partidos políticos, de cara a las múltiples elecciones próximas. En el caso del oficialismo, los que fueron globos amarillos podrían sufrir alguna despigmentación, tendiente al verde o al celeste, dependiendo de quien haga la lectura. Y frente a esta situación, a muchos les ha llamado la atención la pasividad en la conducción de la temática que se hizo desde el Ejecutivo que, en palabras de Marcos Peña, tuvo sólo la voluntad de “habilitar el debate”.
Según los entendidos en el tema, la Iglesia endureció su posición bajo las directivas del Papa Francisco que nuevamente entró en disgusto con el Gobierno. Previamente, lo había hecho cuando confirmó que no pisará suelo argentino durante el primer mandato de Macri y luego sugiriendo su preocupación de volver al FMI. Ahora, tras la media sanción, el máximo Pontífice aceleró su rechazo al aborto -calificandolo de “nazismo de guante blanco”-, rodeado por la intranquilidad de posibles críticas a su gestión al no poder ser “profeta en su tierra”.
Heridas del quiebre pueden encontrarse en ambos lados. Por uno, en la ausencia del presidente al Tedeum del 9 de julio en Tucuman donde, luego de idas y vueltas, se ahorró una dura homilía contra el aborto. Por el otro, en la curiosa manifestación que se llevó a cabo frente a la Quinta de Olivos, bajo el hashtag #MacriConAbortoNoTeVoto.
A ello se suma la fundamentación del ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, quien expuso en ámbas Cámaras sobre la necesidad del aborto como una “premisa fundamental en derechos sexuales”. Desde el sector celeste criticaron este accionar por considerarlo un posicionamiento del Poder Ejecutivo.
Por medio de reiteradas respuestas por parte de su jefe de gabinete, Macri aseguró que no habrá veto presidencial de avanzar la ley. Así, la actitud del Gobierno sugiere un intento de mostrarse indiferente al resultado. Aunque, a la luz de los antecedentes inmediatos de la votación en Diputados, su rol fue por lo menos desconcertante. Una sospecha creciente cuando se repasan los dichos de Carrió: primero irrumpiendo en la Cámara al grito de “la próxima rompo”, luego denunciando “manipulaciones de votos por la madrugada” que “mostraron lo peor de la política”.
Como en química, el Gobierno tiene la posibilidad de actuar como elemento catalizador. Esto es, con su sola presencia pueda ser capaz de hacer reaccionar, acelerando o disminuyendo, un conjunto de factores sin participar directamente de la reacción.
A modo de antecedente explicativo, vale la pena recordar el viaje a China en el que Cristina Kirchner se llevó a dos senadoras de su partido, opositoras del matrimonio entre personas del mismo sexo, en la semana de votación.
Entre otras fechas, en 2019 se cumplirán cien años de la hazaña conseguida por Julieta Lanteri. Médica, política y feminista, Lanteri se presentó como candidata a diputada nacional por el Partido Nacional Feminista, en 1919. A través de un vacío hallado en la ley Electoral, fue la primera mujer candidata en la Argentina, aunque ni siquiera podía votar.
Para su campaña, se movió activamente en las calles y hasta empapeló la ciudad con pancartas: “en el Parlamento una banca me espera, llevadme a ella”, fue su slogan según cuentan los historiadores.
Finalmente consiguió 1730 votos, todos masculinos. Entre ellos el del escritor Manuel Gálvez que sostuvo que “como no quería votar por los conservadores ni por los radicales”, prefirió apostar a “la intrépida doctora Lanteri”.
En un caso más cercano y reciente, en las últimas elecciones de candidatos a diputados por Santa Fe, el partido Ciudad Futura debió cambiar su lista compuesta íntegramente por mujeres, debido a dos fallos judiciales que obligaron a incorporar un cupo masculino.
El feminismo como trampolín lógico a una candidatura, no se presentaría entonces como una novedad. Tras poner en jaque a la totalidad de los partidos políticos tradicionales en estos meses (como el caso del reproche a la UCR), el horizonte verde podría plantearse como una alternativa electoral, si es que puede traccionar voluntades más allá de la gesta histórica que plantea el aborto.
En el intento de no dar explicaciones al movimiento de mujeres desde una óptica masculina, van algunas preguntas sin respuesta:
¿Qué sectores y caras representan al feminismo, entendido como movimiento político? ¿Cómo se posicionará frente al resultado en el Senado, luego de que el debate sea habilitado por Macri tras siete años en la espera y aunque sea el partido de el mandatario el que mayor votos en contra registre? ¿Emergerá, en un breve período, un nuevo espacio luego de las decepciones registradas estos meses? ¿O se concederá privilegio a la pluralidad de sus voceras, inmiscuyéndose en los partidos tradicionales?