Domingo 19.6.2022
/Última actualización 17:00
Para el autor, escucharlo a “Cacho” fue uno de los momentos más complejos de analizar durante la cobertura en la Patagonia. Vive prácticamente solo en medio del frío – con la presencia intermitente de una hija - y a sus casi 78 años afronta las amenazantes tomas que llegan a pocos metros de su casa con una calma que sorprende. Del mismo modo, habiendo perdido acceso a tierras de su propiedad en El Foyel, procesa su resignación con una templanza envidiable. Varias virtudes del comportamiento humano encuentran rostro en Carlos Maizón.
El anfitrión contó que nació en Villa Mascardi y que nunca vio el tipo de acontecimientos que trascienden mediáticamente en todo el país hasta que se creó la Ley 26.160 por la cual se “le da una especie de prioridad a las comunidades originarias”, lo que dio lugar a los desbordes que hoy son noticia. Maizón aclaró que “a mí no me están afectando directamente pero veo la destrucción que están haciendo y cómo avanzan donde no los paran”. Para enumerar el derrotero: “primero tomaron lotes de parques nacionales; luego fueron y quemaron cabañas del Colegio San José; atacaron un hotel; siguieron tomando la propiedad de Juan Grehan, del cual conocí a su abuela que hizo esa casa; avanzaron y tomaron tierras del arzobispado de San Isidro; también tierras de lo que era Gas del Estado; finalmente llegaron a lo de Diego Frutos (Ndr: todos los sitios mencionados son continuos en sentido norte-sur desde la ciudad de Bariloche hacia Villa Mascardi), que ya sufrió varias palizas por defenderse”.
Las personas involucradas en las tomas “nunca vivieron en Mascardi” afirmó Cacho y señaló que “ahora viven en el lugar donde usurpan las tierras de Gas del Estado, pero primero iniciaron ocupando en el barrio Virgen Misionera” de Bariloche. Maizón negó tener miedo, pero reconoció que no tiene ninguna garantía de que tomen su casa y lo dejen en la calle. “Llevan más de 16 cortes de ruta, talan árboles y no respetan nada y las autoridades no hacen nada. ¿Ellos únicamente tienen derechos humanos? ¿y el resto de los argentinos?”.
Sin embargo, el escepticismo de Cacho no se resume en lo contado hasta allí. Él perdió 300 hectáreas en el Foyel. Sucede que años atrás “recibí una nota de la comunidad de las Guaitecas diciendo que me adhiera o que sufra las consecuencias“. Al hacer caso omiso, “me mandaron una nota diciendo que mis tierras estaban sobre un cementerio sagrado”, lo que llevó a Maizón a contratar abogados hasta que agotó todos sus recursos. “Me resigné, dijo y recordó que “un día voy a reponer dos tranqueras que se habían deteriorado, y me aparece la jefa de la comunidad o werken y me dice que no podía entrar. Me da un documento firmado por un juez diciendo que ni yo, ni la comunidad de ella podía usar esa tierra, hasta que se resuelva en qué quedaba la causa judicial, era una orden de no innovar”. La respuesta de Cacho fue la que cualquier argentino daría: “le pregunté por qué ellos podían entrar, sacar, romper, robarme leña y yo no podía arreglar dos tranqueras. Esto parece otro país” y el retruco fue como un látigo: “En eso estamos”.
Al momento de hablar de una de las figuras más controversiales, Facundo Jones Huala, y de supuestos grupos violentos, Cacho indicó que “las versiones que hay son de la policía o de la gendarmería: Jones Huala estaba en la primera toma, cuya familia tampoco es de acá”. En la misma línea, comentó que muy cerca de su casa hay una serie de entre 20 y 25 chalet donde “hay ciudadanos colombianos viviendo” de los que “no se sabe quién los mantiene, porque no desarrollan ninguna actividad”.