La conversación comenzó a la sombra de un frondoso Ivirá pitá ubicado en el parque del predio de la Terminal de Ómnibus, frente a la redacción de El Litoral. Allí nos encontramos con el ingeniero Agrónomo Hugo Gutiérrez y la licenciada en Biodiversidad María Paula Getar, dos de los autores del libro “Árboles nativos y naturalizados de la provincia de Santa Fe” (Ed UNL). Bajo esa sombra de la enramada los retrataría más tarde nuestro reportero gráfico, Flavio Raina, para este artículo. Ellos son dos de los docentes universitarios de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (FHUC UNL) que vienen investigando desde hace décadas la diversidad de especies de árboles de Santa Fe y, junto a la licenciada en Biodiversidad Gisela Seimandi -la tercera autora-, publicaron este libro útil y accesible a todo público, que condensa fotografías e información sobre todos los ejemplares que habitan el suelo de la provincia.
El libro surgido de un trabajo de extensión, en el que el docente deja el aula para vincularse a la comunidad e intercambiar saberes, pretende ser una suerte de guía práctica de cada árbol que habita la provincia y sirve tanto para conocer más sobre el tema, tomar conciencia de la preservación y cuidados, como para utilizarlo con fines turísticos o didácticos en un aula, en cualquiera de los niveles de estudios. “Nos dimos cuenta de que muchos docentes no tenían referencias sobre nuestros árboles nativos”, dijo Gutiérrez. “Por eso decidimos hacer este libro”, que está dirigido a botánicos, técnicos y aficionados. Los autores destacan que la obra busca promover la conservación y gestión sustentable de nuestros recursos naturales.
Bosque de quebracho, en el norte santafesino. Archivo
Gracias al libro podemos contar aquí que el Ivirá Pitá que nos da sombra durante la charla -que en guaraní significa árbol rojo- crece entre 10 y 30 metros de alto, que es una especie nativa del país, como también de Brasil, Uruguay y Paraguay, que crece en los bosques ribereños, que florece en verano y fructifica de marzo a junio, y que se planta en parques y paseos, como en este caso. También sabemos que lo trajo Artigas en 1820 de Uruguay y que por ello es símbolo de fraternidad entre ambos países.
Relevar el territorio
Para concretar apasionante la tarea de escribir el libro los docentes debieron recorrer toda la provincia. “A veces nos pasaba que íbamos a un lugar y no encontrábamos un árbol en flor. Ello implicaba que teníamos que hacer toda una logística para volver, como nos ocurrió en Villa Minetti, en el extremo norte provincial”, recordó Gutiérrez, que agradeció a quienes “abrieron sus tranqueras y nos permitieron ingresar a relevar cada especie”.
-¿Cuál es el árbol símbolo de Santa Fe?
-Tenemos dos árboles simbólicos: el ceibo, que a su vez es la flor nacional y es el más conocido; y el quebracho colorado, que además es el árbol forestal nacional -dijo Getar.
-Y ¿cuál es el más raro o llamativo?
-En nuestra zona (espinal), desde Rafaela, pasando por Esperanza hasta La Capital, tenemos el algarrobo amarillo, una variedad bastante difícil de encontrar del algarrobo negro. Se trata de un árbol endémico que crece sólo en Santa Fe, por su clima, suelo y entorno biótico.
Hugo Gutiérrez reclamó “que se abran viveros con especies nativas, porque la gente por desconocimiento pide otras que son invasoras, entonces no hay demanda”. Flavio Raina.
El ser humano utilizó siempre los árboles para desarrollar su vida. De hecho muchas comunidades nacieron de reuniones realizadas bajo un añoso árbol. “Para el hombre es madera para su vivienda y muebles, combustible para el fogón que sirve de refugio contra animales y protección contra el frío, es sombra y barrera para los vientos, es arma de defensa, cabo de herramienta y medio de transporte, es raíz para retener suelos costeros y pulmón que purifica el aire”, enumeran los autores en el libro, que fue impreso a color.
Servicios naturales de un árbol
Además, el árbol “es filtro que amortigua los ruidos y copa que frena la lluvia, es paisaje, que calma el espíritu, es esparcimiento, belleza, es leyenda y testimonio de nuestra historia -continúan aportando en la obra- También es alimento, es colorante para vestimenta, es medicina para el suelo contaminado y para el pueblo, ya que muchos órganos vegetales se usan para calmar dolencias del cuerpo”.
El libro “Árboles nativos y naturalizados de la provincia de Santa Fe” fue declarado De Interés por la Legislatura Provincial y se presentó días atrás en la Feria del Libro local. Describe 136 especies arbóreas pertenecientes a 38 familias botánicas, con detalles sobre su distribución, usos y características, e incluye una clave ilustrada para facilitar su identificación. El trabajo está basado en otro libro que lo precede: “Flora vascular de la provincia de Santa Fe” (Pensiero, 2005), que fue el primer inventario florístico de la provincia.
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Los autores de “Árboles nativos y naturalizados de la provincia de Santa Fe” escribieron antes el libro “Árboles Urbanos de la ciudad de Santa Fe” (Ed. UNL), otra guía que combina información y relatos tradicionales, y describe 147 especies de la capital provincial, incluidas en 44 familias botánicas, con observaciones que permiten hallar los sitios precisos donde cada árbol se ubica. Este libro -declarado De Interés por el Concejo Municipal- se puede descargar de forma gratuita en la web.
-Si alguien quiere plantar un árbol, ¿qué tiene que saber para elegirlo, de acuerdo al lugar a donde pretende hacerlo?
-El gran problema que tenemos es justamente ese: el grado de desconocimiento que reina. Nadie sabe qué es nativo y qué es exótico. Ese es el principal motivo del libro -dice Getar-. Cada Departamento de la provincia tiene una condición climática, con su temperatura, sus lluvias y el tipo de suelo, que son condicionantes para cada especie.
Luego Getar ejemplificó ese desconocimiento sobre qué árbol plantar en cada lugar con una anécdota. “Cuando presentamos el libro en Villa Ocampo, en la Feria del Libro de Jaaukanigás, vimos que habían plantado en el arbolado público balcoca, una especie de la cual no encontramos nada de bibliografía”.
Qué plantar en cada región
Los autores mencionan en el libro de los árboles de la provincia que hay diferentes zonas, ambientes o regiones fitogeográficas, cada una con rasgos particulares que determinan el paisaje. Según cada vegetación se pueden discriminar como selva, bosque, parque o monte.
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En Santa Fe se reconocen cuatro regiones fitogeográficas: la Chaqueña, Espinal, Pampeana y Delta e Islas del Paraná, también conocida como Paranaense. A su vez, la Chaqueña se divide en la zona seca y la húmeda. La especie típica de esta región del norte provincial es el quebracho colorado, que fue arrasado durante el período de La Forestal, para la extracción del tanino.
“Allí todavía persisten algunos bosques de referencia que por lo general están en manos de productores privados que han decidido mantener su campo en buen estado de conservación”, apuntó Getar. Sin embargo hoy “el Chaco seco está prácticamente todo deforestado -se lamenta-. Nosotros pudimos visitar un campo muy chiquito en Villa Minetti, de Hugo Terré, que todavía conserva el denominado bosque de los tres quebrachos”.
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En la región espinal, ubicada en el centro provincial, predominan las especies leñosas como el algarrobo, el chañar y el espinillo. En la Paranaense, que se recuesta a orillas del río Paraná, se destacan bosques en galerías con sauces, timbó, canelón y aliso de río. Y la región Pampeana -al sur provincial- carece de bosques y predomina el pastizal.
Cada árbol, al detalle
En el libro se describe cada especie con fotografías a color y detalles sobre la corteza, hojas, flores y frutos de cada árbol. “Con el primer libro de los árboles de la ciudad nos pasó encontrarnos con gente caminando con el libro el la mano tratando de reconocer algunas especies en paseos o en las calles, y eso es lo que queremos que hagan”, contó Gutiérrez. “Allí tienen los detalles sobre las propiedades de sus frutos, por ejemplo, para que empiecen a quererlos y protegerlos”.
“Estamos convencidos de que ampliar el conocimiento científico es esencial para valorar los recursos que cada árbol nos ofrece y los servicios ambientales que los bosques nos proporcionan”, dicen los autores, quienes desean “que la obra ofrezca herramientas para la gestión sustentable de los recursos naturales, contribuya a la sensibilización ambiental, incentive el desarrollo de propuestas eco-turísticas y educativas, y fomente en las generaciones futuras un compromiso activo con la conservación y la sostenibilidad”.
El desmonte es una preocupación. Archivo
Como bien dice el título del libro, en Santa Fe hay árboles nativos y otros que son naturalizados, es decir que son especies exóticas que se comportan como nativas. Los naturalizados “llegaron a lo largo del tiempo a través de gente que alguna vez los trajo o trajo semillas y los plantó, y son considerados como invasores”, mencionó Gutiérrez. Estos son “la morera de papel, la acacia negra, el ligustro, el paraíso, la mora, la ligustrina y el árbol de toronja”, detalló luego Getar.
“Estas seis especies son peligrosas”, advirtió la especialista, porque “culturalmente la gente cree que son nativas pero en realidad son exóticas e invasoras, porque arrasan con la flora nativa y avanzan sobre el ambiente porque no tienen enemigos naturales”, explicó.
-Si se pretende tener un diagnóstico sobre la salubridad del arbolado de la provincia de Santa Fe, ¿cómo está el ambiente?
-El diagnóstico es preocupante, porque sigue habiendo deforestación pese a que las normas lo prohíben y hay zonas rojas señaladas en el mapa, que no se deberían tocar. A ello se suma el inconveniente de que quienes deben ir a cuidar esos árboles no tiene vales de combustibles por la emergencia económica. Es como darle la manguera a un bombero pero sin agua -alertó Gutiérrez-.
Advertencia
Santa Fe cuenta con un mapa de ordenamiento territorial de bosques nativos, con una ley que la Provincia aplica para su manejo. Hay zonas rojas a donde no se puede talar y otras amarillas, en las que se puede hacer un manejo controlado. “El problema es la falta de fondos para que se puedan efectivizar los controles”, advirtió Getar. “Entonces cualquiera puede intervenir un bosque”.
“Tenemos que dejar de pensar que el paraíso o la mora son nativos, porque son dañinos, y la gente los sigue plantando. Hay que conocer y abrirse a las especies nativas de cada región”, dijo María Paula Getar. Flavio Raina.
“Por otro lado la comunidad debería presionar más para que se vuelva a forestar con especies nativas, para mantener no sólo la especie sino todos los organismos del ambiente, desde los microorganismos que no vemos hasta las mariposas, hormigas, aves y mamíferos u otros animales”, continuó Gutiérrez.
-¿Cómo impactaron las quemas de islas y bosques ocurridas durante los últimos años en Santa Fe?
-En un ambiente de sequía prolongada como el escenario actual es muy difícil frenar los incendios forestales, más aun en los ambientes de islas. Hay que hacer contrafuegos, con picadas y zanjas. Y habría que comenzar a pensar en los recaudos a tomar a futuro, porque con el cambio climático va cambiando el escenario.
Viveros con especies nativas
Cabe mencionar que en Santa Fe los productores tienen prohibido por norma realizar quemas. “Lo que hacen es quemar intencionalmente de forma ilegal, muchas veces sin formación previa, y producen severos daños”, dijo Getar.
Sobre el final de la conversación, Gutiérrez pidió “frenar la tala de los bosques que todavía persisten y no se deberían tocar”. Y reclamó que “se reforeste con especies nativas”, insistió. “Aquí tienen inventariado todo”, señaló el libro. También dejó otra idea: “Que se abran viveros con especies nativas, porque la gente por desconocimiento pide otras que son invasoras, entonces no hay demanda. Hay que hacer un trabajo educativo que tiene un efecto directo y un alto impacto positivo”.
Archivo
Por su parte, Getar destacó que “tenemos una provincia con gran variedad de especies. Todos los departamentos de Santa Fe, en sus seis ecorregiones, tienen una hermosa diversidad. Debemos conocerlo para tomar buenas decisiones y protegerlas”, dijo. “Tenemos que dejar de pensar que el paraíso o la mora son nativos, porque son dañinos, y la gente los sigue plantando. Hay que conocer y abrirse a las especies nativas de cada región”, finalizó.