Este fue el título de El Litoral aquella vez. Había sido un sábado increíble para Colón: su pueblo pasó del griterío al silencio. Más de 30.000 almas hicieron temblar el “Nuevo Cementerio de los Elefantes”. Colón armó una fiesta del primer mundo. Luego, llegó el gol de Migliónico, la pérdida de conocimiento del jugador y la suspensión del partido.
Antes del partido hubo fiesta popular. Actuaron Los Lamas, Mario Pereyra, Cali, Los Palmeras, un show con laser, fuegos artificiales y las glorias pateando penales. “... Al filo de los diez minutos, Colón gritó en Santa Fe un gol made in Danubio: la ideó Fossati, siguió en el guante zurdo de Delgado y viajó a la red gracias a la cabeza de Migliónico. Fue allí donde, en una milésima de segundo, pareció que el tiempo se detuvo. Fue un click, cortito, pero donde pasó de todo. Mientras la pelota besaba la red de Nueva Chicago, la cabeza del uruguayo Gabriel Migliónico se desplomaba contra el césped. La impresión visual de mis retinas aún conserva los gestos del árbitro Oscar Sequeira, que ni siquiera señaló el círculo central para marcar el gol y empezó a hacer señas desesperadas hacia la zona de los bancos de relevos donde están los cuerpos médicos... Lo que vino después realmente metió miedo. Las señas de los jugadores de Colón eran alevosamente preocupantes adentro del área. Varios compañeros de Migliónico se quedaron con el torso desnudo e intentaban aportarle aire agitando sus casacas. Todos corrieron: ‘Lalo’ Vega, el ‘Tano’ Porta, Fossati mismo, ‘Beto’ Gaitán. Producto de la desesperación, la camilla cayó al suelo en el trayecto a la flamante zona de vestuarios... Mientras en Santa Fe todo era confusión, el país veía por TV las lágrimas de Claudio Graf y el desconsuelo del arquero paraguayo César Velásquez que en la búsqueda de la pelota chocó sus puños contra la humanidad de Migliónico”, escribió aquella vez El Litoral.
Migliónico tuvo un traumatismo craneoencefálico, lo que clínicamente se denomina “despolarización de membrana”. “¿Qué me pasó”?, fue lo que preguntó cuando llegó al hospital, y pidió ver el gol que no recordaba. Se recordó en ese momento, los casos de Graieb en Huracán y de la “Lora” Oliva en Córdoba, entre otros.
El partido continuó el 13 de setiembre, o sea unos 20 días después. Lo ganó Colón 3 a 1. Aquél día, los sabaleros formaron con Leonardo Díaz; Píccoli, Morant y Pereyra; Aquino, Castagno Suárez, Delgado y Toledo; Migliónico; Graf y Gigena. Nueva Chicago lo hizo con Velázquez; Valli, Herbella, Argüello y Barbona; Serrano, Huerta, Kmet y Cristian Gómez; Mandra y Jesús. Migliónico, Graf y Capurro anotaron los goles, mientras que Oscar Gómez lo hizo para Nueva Chicago. Fue el final de la historia de un partido que no fue uno más en la vida deportiva ni institucional de Colón.
Aquella noche del 25 de agosto, coincidente con la del próximo lunes, y frente al mismo rival, Colón reinauguraba el Cementerio de los Elefantes y asistía a un hecho que casi terminó en drama.